Érase una vez un joven indio que se fue a la montaña para prepararse y orientarse antes de empezar la etapa adulta de la vida.
En la soledad ayunó y oró.
Al tercer día decidió medir sus fuerzas y luchar contra la montaña y escalar su cima nevada. Lo logró y contempló el mundo a sus pies. Su corazón se hinchó de alegría. Oyó un ruido, miró y vio una serpiente.
“Estoy a punto de morir”, susurró la serpiente. Hace mucho frío para mí, ponme debajo de tu camisa y llévame al valle.
No, dijo el joven. Te conozco. Si te cojo me morderás y moriré.
No, dijo la serpiente. Si me ayudas, serás alguien muy querido para mí y no te haré daño.
El joven se resistía pero esta serpiente era muy persistente y cariñosa. Finalmente el joven la creyó y la cobijó bajo su camisa y juntos bajaron al valle. De repente la serpiente se enroscó y mordió el pecho del joven. Pero tú me prometiste…
Tú sabías cómo soy cuando me recogiste, dijo la serpiente y desapareció.
Así son las promesas de los hombres, palabras engañosas y hermosas, prometen lo que no pueden dar, prometen ser lo que no son y todos, alguna vez, nos hemos dejado morder por alguna serpiente mentirosa. Todos llevamos en el corazón un poco de veneno que no nos deja ser felices.
Los viajeros del desierto, nos ha dicho el libro de los Números, llevaban en el corazón el veneno de la queja y de la falta de confianza en Dios. Querían volver a las falsas promesas y a la falsa seguridad de Egipto y Dios les envió las serpientes para que levantaran los ojos a lo alto, al Dios siempre más grande, al Dios siempre fiel y salvador.
Nosotros los viajeros de hoy, muchas veces cansados, muchas veces quejándonos de todo, muchas veces desconfiando de Dios, muchas veces tentados de buscar otros dioses, muchas veces engañados por otros y engañando a los otros, envenenados por la avaricia, la lujuria, la bebida, la pereza y la irresponsabilidad…
Nosotros, a pesar de todo, venimos a la iglesia a aprender del “que se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz”, venimos a “mirar al que levantaron, a Jesucristo, para que el que crea en él tenga vida eterna”.
Hoy, 14 de septiembre, recordamos y celebramos la fiesta de la Exaltación de la Cruz y más que la cruz celebramos al que fue levantado en la cruz: Jesucristo, el Hijo de Dios que vino no a condenarte sino a salvarte, que vino sólo por amor.
Contra el veneno de los ídolos está el contraveneno del amor.
Contra el veneno de las falsas promesas de todas las serpientes está el contraveneno de la promesa fiel y segura de Dios.
Contra el veneno de los amores pequeños y de mero placer está el contraveneno del amor verdadero de la sangre de Cristo.
Contra el veneno de mirar al suelo y a lo pasajero está el contraveneno de mirar hacia arriba, a la cruz, al crucificado, al que me ama siempre.
La cruz de Cristo está siempre ahí presente para recordarte la muerte, pero también la resurrección, el sufrimiento, pero también la gloria y sobre todo el amor.
La cruz de Cristo, hablamos de ella, pero el Señor nos invita a cargar con nuestra cruz y a seguirle.
¿Tu cruz?
No está hecha a medida como los zapatos. Lo importante es que tú estés a la medida de Cristo.
Liturgia de las Horas: 4ta. Semana del Salterio
Color: Rojo
Santoral
ENTRADA
Bienvenidos hermanos a la celebración de la fiesta de Jesús y de sus seguidores. Esta es nuestra fiesta en honor del Señor.
La liturgia de hoy nos invita a celebrar el triunfo de la cruz, símbolo de nuestra fe.
La sociedad nos predica que lo importante es ganar y ser el primero.
La Palabra de Dios nos predica otra victoria, la victoria de la cruz.
La comunidad se reúne, hoy, para contemplar al que se vació, se dio y triunfó, a Jesucristo.
Comencemos nuestra Eucaristía con el canto de entrada.
PRIMERA LECTURA
El pueblo arde en protestas contra Dios en su viaje por el desierto hacia la libertad.
Y una vez más tiene que pedir perdón, levantar los ojos al cielo y abrirse a la acción salvadora de Dios.
No es la serpiente levantada sino el Dios compasivo el que sana nuestra rebeldía.
Escuchemos la proclamación de la Palabra de Dios.
En aquellos días, el pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés:
--¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.
El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:
--Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes.
Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió:
--Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpiente quedarán sanos al mirarla.
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL
SALMO 77
R.- NO OLVIDÉIS LAS ACCIONES DEL SEÑOR.
SEGUNDA LECTURA
Vamos a proclamar el himno del triunfo de Jesús como el Cristo, el Señor.
Jesús es el Dios que se vacía, se humilla, es exaltado y glorificado y al que todos nosotros miramos, amamos y llamamos: Jesucristo mi Señor.
Escuchemos la proclamación de la Palabra de Dios.
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios
EVANGELIO
Jesús es el hombre levantado en alto para nuestra salvación.
Jesús es el hombre enviado para salvar al mundo.
Jesús es el hombre crucificado para que tengamos vida eterna.
Escuchemos la proclamación del evangelio.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
--Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen el él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
Palabra del Señor
ORACIÓN DE LOS FIELES
Oremos por la Iglesia, sacramento de salvación, para que sea signo visible del amor de Dios.
Oremos por los gobernantes de las naciones para que ejerzan su poder desde la compasión y la justicia por los más débiles.
Oremos por los padres cristianos para que sepan transmitir a sus hijos la victoria y la belleza de Jesucristo.
Oremos por todos los enfermos, los que se sienten solos, los derrotados y marginados para que confíen en el único poder que salva, el de Jesucristo.
Oremos por todos los niños y jóvenes de nuestra comunidad que vuelven a la escuela, que comienzan sus actividades de catequesis para que sean fieles al trabajo de cada día y a Jesucristo.
Oremos por todos los difuntos de nuestras familias y de la parroquia y (nombres…) para que el Señor les conceda la victoria última y definitiva.
DESPEDIDA Hoy hemos aprendido que la Cruz es amor y que todos tenemos una cruz personal. Acompañemos a Jesús hacia el Calvario, cargando nosotros con nuestra cruz y ayudando a los hermanos a llevar la suya.
FELIZ DOMINGO EN LA PAZ DEL SEÑOR !!
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