Introducción a la celebración
Hermanos
y hermanas: Hoy, a los cuarenta días del nacimiento del Niño Dios, celebramos
la fiesta de la Presentación del Señor. La Ley de Moisés establecía que el hijo
varón primogénito fuese consagrado a Dios y, a la vez, que la madre obtuviera
su propia purificación legal. Por eso, durante muchos siglos, se llamó a esta
fiesta “Purificación de María”.
La
liturgia nos presenta a Cristo como luz para iluminar a las naciones. Por eso
se prevé la bendición y procesión con los cirios encendidos. De aquí nace la
advocación de la Virgen como Nuestra Señora de las Candelas o de la Candelaria.
(Este rito reemplaza al acto penitencial acostumbrado).
Nos
ponemos de pie. Recibimos al padre que, en nombre de Cristo, presidirá nuestra
eucaristía, y uniendo nuestros corazones y nuestras voces, cantamos.
Saludo inicial
Hermanos: Cristo es la
luz que ilumina a todos los pueblos, y nosotros queremos ir al encuentro de esa
luz.
Que
Jesús, Luz del mundo, presentado hoy en el templo, se les manifieste plenamente
y que su resplandor permanezca siempre con ustedes.
Bendición de los cirios
(Después
del saludo inicial del celebrante y su breve monición, si se realiza).
Encendemos
los cirios que serán bendecidos por el celebrante.
(El
celebrante procede utilizando el formulario del Misal).
Procesión
(Después
de que el celebrante bendice los cirios).
Acompañemos
a Jesús en su Presentación en el templo y a su Madre ,¡Nuestra Señora de las
Candelas! Ella que lo dio a luz, nos lo presenta como luz del mundo.
(El
celebrante recibe su propia candela e inicia la procesión diciendo: Marchemos en paz al
encuentro del Señor. Se canta la Antífona u otro canto apropiado).
Nota:
Llegado al altar, el sacerdote lo venera y va a la sede, luego se canta el
Gloria
y dice la Oración de la asamblea. La misa prosigue como de costumbre.
Liturgia de la
Palabra
Primera lectura (Mal 3,1-4): El profeta Malaquías hace una presentación gloriosa
del enviado de Dios, el mensajero de la alianza.
Así dice el Señor: "Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos."
Palabra de Dios
Salmo (Sal 23, 7-10): Haciéndose eco de este anuncio, también el
Salmo saluda al Señor con términos exultantes. Participamos de esta oración
aclamando:
R.- EL SEÑOR, DIOS DE LOS EJÉRCITOS, ES EL REY DE LA GLORIA.
Segunda lectura (Heb 2, 14-18): La Carta a los Hebreos recalca la condición
humana de Jesús, que “se hizo semejante a nosotros”.
Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaba la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.
Palabra de Dios
Evangelio (Lc 2, 22-40; o más breve: Lc 2, 22-32):
El relato evangélico presenta varios personajes y muchos mensajes. Sigámoslo con
atención.
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones."
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: "Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma."
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra del Señor
Credo
(Conviene rezar el símbolo
niceno-constantinopolitano).
“Luz de luz”, llamamos a Cristo. Por eso,
proclamemos con fe: Creo...
Oración de los fieles
Cristo vino y
viene a nuestro encuentro. Quiere ser luz para todos los hombres. Pidamos con
fervor que esto se haga realidad.
A cada intención, pedimos: Jesús, ilumina nuestros corazones.
O bien: Ayúdanos a salir a tu encuentro.
Para que la Iglesia, en el mundo entero, goce de libertad para iluminar
a todos los pueblos con el evangelio. Oremos.
Para que los dirigentes políticos, sociales y económicos de nuestra
patria se dejen iluminar por la enseñanza social de la Iglesia. Oremos.
Para que los enfermos terminales busquen a Jesús y se encuentren con él.
Oremos.
Para que nuestra Iglesia, diocesana y parroquial, ilumine a la comunidad
con la luz de la verdad y el ardor de la caridad. Oremos.
Señor, ilumina nuestros corazones para que seamos “luz del mundo”, y la
gloria de tu nombre llegue a toda la tierra. Te lo pedimos...
Presentación de las
ofrendas
Después de participar de la Mesa de la Palabra, preparamos la Mesa de la eucaristía. Junto con el pan y con el
vino, presentemos al Señor nuestro propósito de ser “luz” en la vida de
nuestros hermanos.
Prefacio (Propio)
El Padre Dios envió a su
Hijo para que sea luz de las naciones y gloria de Israel.
Por
eso, junto con el celebrante elevemos el corazón y demos gracias al Señor,
nuestro Dios, tres veces santo.
Padrenuestro
Preparémonos para ir al
encuentro de Jesús eucaristía. Por eso, pongamos nuestra confianza en el Padre,
diciendo: Padre nuestro...
Cordero de Dios
Yo soy la luz del mundo,
dice el Señor. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos
los invitados a la Cena del Señor.
Comunión
Hermanos: Con alegría, vayamos
al encuentro de Jesús eucaristía que quiere hacer de nosotros “luz del mundo”.
Avisos parroquiales
(Después
de la Oración poscomunión).
Rito de conclusión
La Misa ha terminado.
Nuestra misión comienza.
Hermanos:
Vayamos al mundo a mostrar la luz de nuestra fe y de nuestras obras para llegar
a gozar, un día, “la luz que no tiene fin”.
Que
el Señor esté con ustedes.
Ilumina, Señor, a tu pueblo;
y ya que hoy sale a tu encuentro,
concédele la paz y tu amistad.
Y que la bendición...
Canto
final
Queridos
amigos: Con la alegría de saber que Jesús sale siempre al encuentro de su
pueblo creyente, nos retiramos cantando.
“El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer”.
FELIZ DOMINGO EN LA PAZ DEL SEÑOR !!
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