En este segundo domingo de Cuaresma se nos invita a la oración y estar siempre vigilantes para convertirnos a Cristo, para transfigurarnos en nuestra vida.
Como discípulos de Jesús, necesitamos anunciar el reino de vida. Salir de nuestra pasividad, indiferencia y comodidades, para comprender que el camino de la gloria de Jesús, pasa necesariamente por el camino de la cruz. Jesús aceptó libre y voluntariamente el camino del dolor y del sufrimiento y recibe el respaldo de su Padre. Y esto lo lleva a la comunión con Dios y con los hermanos.
Liturgia de las Horas: 2da. Semana del Salterio
Color: Morado
Santoral
Introducción a
la celebración
Hermanos y
hermanas: Toda la vida cristiana es una Cuaresma. Atravesar el desierto de las
dificultades y tentaciones no es sencillo. La semana pasada vimos que la vida
es una prueba para nuestras convicciones y nuestra fe. En este 2º domingo de
Cuaresma, la Iglesia nos alienta a seguir caminando, mostrándonos la transfiguración de Jesús, su gloria, a la que todos somos llamados.
Nos ponemos de pie. Recibimos al padre
que, en nombre de Cristo, presidirá nuestra eucaristía, y uniendo nuestros
corazones y nuestras voces, cantamos.
Saludo inicial
El Señor Jesucristo transformará nuestro
pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, así habla el
apóstol Pablo.
Hoy la liturgia nos muestra el final del camino: la gloria
de Jesús que será nuestra propia gloria.
¡Alegrémonos! La
cuaresma de la vida conduce, hermanos, a la Pascua eterna.
El amor del Padre,
que por medio de su Espíritu
nos llama a escuchar a Jesús
para compartir su gloria,
esté con todos ustedes.
Acto
penitencial
El Señor cubrirá con su amor al que confía en él. Con confianza de
hijos, pidamos perdón por nuestras faltas.
– Tú perdonas nuestros pecados.
Señor, ten piedad.
– Tú nos llamas a hacer penitencia.
Cristo, ten piedad.
– Tú nos invitas a compartir tu gloria.
Señor, ten piedad.
Liturgia de la Palabra
Primera lectura (Gn 15, 5-12. 17-18): Dios despertó la fe en el corazón de Abraham e hizo una
alianza que abrió a la humanidad un camino nuevo.
En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo: "Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes."
Y añadió: "Así será tu descendencia."
Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber.
El Señor le dijo: "Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra."
Él replicó: "Señor Dios, ¿cómo sabré yo que voy a poseerla?"
Respondió el Señor: "Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón."
Abrán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba.
Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él.
El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.
Aquel día el Señor hizo alianza con Abrán en estos términos: "A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Éufrates."
Palabra de Dios
Salmo (Sal 26, 1. 7-9. 13-14): El salmo nos invita a expresar nuestra confianza
inalterable en el Señor. Participamos de esta oración aclamando: ¡El Señor es mi luz y mi salvación!
Segunda lectura (Flp, 3,17 —4,1): San Pablo confirma que Jesús transformará nuestros cuerpos
y los hará semejantes a su cuerpo glorioso.
Hermanos: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.
Palabra de Dios
Evangelio (Lc 9, 28-36): Jesús deja entrever a sus discípulos su gloria, que será
también la nuestra si lo escuchamos y lo seguimos.
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: "Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías."
No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle."
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor.
Credo
Proclamemos nuestra fe, en la que también
nosotros gozaremos de la gloria eterna. Creo...
Oración de los
fieles
Llamados a escuchar a Jesús y a compartir su gloria, compartamos también
su oración por todos los hombres.
A
cada intención, pedimos: Danos deseos de escucharte, Señor.
Para que la Iglesia en América Latina siga
transformando en alegría la tristeza de los hermanos necesitados. Oremos.
Para que el esfuerzo de todos los que influyen
en la sociedad se oriente a transformarla en una más justa y solidaria. Oremos.
Para que los que viven sin esperanza
puedan descubrir en la vida de los creyentes el verdadero rostro de Dios. Oremos.
Para que todos nosotros pasemos de la
oscuridad a la luz de la fe y del desaliento a la confianza en la gloria final.
Oremos.
(Añadir y/o
sustituir intenciones).
Sí, Señor, queremos escucharte. Concédenos
acompañarte con fidelidad en esta vida, para poder gozar, un día, de la visión
de tu gloria. Te lo pedimos por Jesucristo...
Presentación de las ofrendas
Cristo, muerto y
resucitado para nuestra salvación, es nuestra gran ofrenda al Padre.
Incorporados a él con atento silencio, unimos nuestra vida a los dones que el
celebrante ofrece al Padre en nombre de todos.
Prefacio (PE
Va)
Hermanos: Bendigamos a Dios y démosle
gracias, porque Jesús transformará nuestros cuerpos, haciéndolos semejantes a
su cuerpo glorioso. Con entusiasmo nos unimos al celebrante, ya que la
transfiguración de Jesús da sentido a nuestra esperanza.
Padrenuestro
Nos preparamos para comulgar. Pidamos al Padre “hacer su voluntad” para
compartir la gloria de Jesús. Padre nuestro...
Cordero de Dios
Jesús transformará nuestro pobre cuerpo
mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso. Él es el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la Cena del
Señor.
Comunión
Recibiendo el Cuerpo y la Sangre de Cristo, renovamos nuestras fuerzas para seguir
peregrinando por esta Cuaresma. Marchemos al encuentro del Señor, que viene en
la Eucaristía.
Avisos parroquiales
(Después de la Oración postcomunión).
Rito de
conclusión
La Misa ha
terminado. Nuestra misión comienza.
Hermanos: La
práctica cuaresmal que hemos iniciado conduce a la gloria de la Resurrección.
Con esta confianza, vivamos los acontecimientos de la vida
cotidiana.
Que el Señor esté
con ustedes.
Asiste a tu pueblo, Señor,
para que busque tu rostro
y, purificando su mirada interior,
alcance, un día, la visión de tu gloria.
Y que la
bendición de Dios todopoderoso...
Despedida
Queridos amigos:
Fortalecidos con la esperanza de nuestra gloria futura, nos retiramos cantando.