Introducción a la celebración
Hermanos y hermanas: ¡Bienvenidos a la Casa del Padre común!
Estamos de fiesta. Tenemos motivo para estar alegres: vamos a hacer memoria de lo que hizo Jesús en la Última Cena. Nos donó su Cuerpo y su Sangre –la eucaristía–; nos donó el sacerdocio ministerial y el gran mandamiento del amor.
Una cena maravillosa, llena de amor, que anticipa el “amor hasta el fin” que celebramos en este Triduo Pascual de su Muerte y Resurrección.
Nos ponemos de pie. Recibimos al padre... (y sus ministros) que, en nombre de Cristo, presidirá nuestra eucaristía y, uniendo nuestros corazones y nuestras voces, cantamos.
Saludo inicial
Éste es mi cuerpo que se entrega por ustedes. Este cáliz es la Nueva Alianza que se sella con mi sangre. Siempre que lo beban, háganlo en memoria mía. Así nos recordará san Pablo la institución de la eucaristía.
Hermanos: Esta noche celebramos, de una manera solemne, lo mismo que celebramos todos los días en cada Misa: a Jesús entregando su Cuerpo y su Sangre por nuestra salvación.
El amor de Jesús y
su espíritu de servicio,
que lo llevó a morir en la cruz,
estén con todos ustedes.
Acto penitencial
Jesús lavó los pies a los discípulos. También quiere purificar nuestro corazón, perdonando nuestros pecados.
–Tú nos amaste hasta el extremo.
Señor, ten piedad.
–Tú nos diste ejemplo de servicio.
Cristo, ten piedad.
–Tú te entregaste por nosotros.
Señor, ten piedad.
Gloria
Agradecidos por el inmenso amor que hemos recibido, glorifiquemos al Padre que nos ama; al Hijo que ha compartido nuestro camino, al Espíritu que nos reúne en comunidad fraterna (Gloria cantado).
Liturgia de la Palabra
Primera lectura (Éx 12, 1-8. 11-14): La Pascua era la más grande fiesta judía porque celebraba el recuerdo de su paso de la esclavitud a la libertad.
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: "Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año: Decid a toda la asamblea de Israel: el diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año. Cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada al fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas.
Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascual, el Paso del Señor. Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera al país de Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.
Palabra de Dios
Salmo (Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18): Frente a la maravilla obrada por Dios, el salmo expresa gratitud al Señor. Participamos de esta oración, aclamando: ¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?
Segunda lectura (1Cor 11, 23-26): San Pablo testifica lo que Jesús hizo en la Última Cena.
Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
—Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
—Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que bebáis, en memoria mía. Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Palabra de Dios
Evangelio (Jn 13, 1-15): En el gesto conmovedor del lavatorio de los pies, Jesús nos entrega su herencia de amor y de servicio.
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando (ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara) y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro y éste le dijo:
—Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?
Jesús le replicó:
—Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.
Pedro le dijo:
—No me lavarás los pies jamás.
Jesús le contestó:
—Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.
Simón Pedro le dijo:
—Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.
Jesús le dijo:
—Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos." (Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios".)
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
— ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "El Maestro" y "El Señor", y decís bien, por que lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.
Palabra del Señor
Lavatorio de pies
Terminada la homilía, se ubican las personas del lavatorio. Una vez que el celebrante se preparó, el guía dice la monición.
Monición: El lavatorio de los pies que Jesús realizó tiene un simbolismo profundo: el servicio humilde, el gozoso deber de amarnos y ayudarnos mutuamente.
Ahora el padre repetirá el gesto de Jesús con algunos miembros de la comunidad que nos representen, para recordarnos que “todos debemos lavarnos los pies unos a otros”.
Oración de los fieles
Hermanos: Una forma de “amarnos los unos a los otros” es rezar por las necesidades de todos. Hagámoslo con amor.
A cada intención respondemos: Señor, aumenta nuestra mutua caridad.
Por los obispos y sacerdotes llamados a presidir la eucaristía: para que Jesús –Maestro y Señor– sostenga su fe y aumente su caritativo servicio. Oremos.
Por todos los que ejercen la autoridad: para que lo hagan con humildad y espíritu de servicio. Oremos.
Por los más necesitados de nuestra comunidad: los enfermos, los que están solos, los que luchan por subsistir; para que encuentren en nosotros el consuelo y la ayuda efectiva que necesitan. Oremos.
Por todos nosotros, para que la liturgia eucarística siempre vaya acompañada por el propósito de servir a los hermanos y a la comunidad. Oremos.
(Añadir y/o sustituir intenciones).
Aumenta, Señor, nuestro mutuo amor y concédenos participar de los sentimientos de Cristo, sirviéndote en cada hermano necesitado. Te lo pedimos...
Presentación de las ofrendas
Dios nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes. Por eso, junto al pan y al vino, presentemos al Señor el fruto de nuestra colecta (campaña) para servir a nuestros hermanos necesitados.
Prefacio (Propio)
Jesús, Maestro y Señor nos dejó el memorial de su pasión. Por eso, junto al celebrante, alabemos y demos gracias al Señor, nuestro Dios, porque Jesús se entregó como víctima de salvación y nos mandó ofrecerlo en su memoria.
Padrenuestro
Al prepararnos a comulgar, pidamos el pan de cada día, con ánimo de compartirlo como nos pide Jesús: Padre nuestro...
Cordero de Dios
Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo: Jesús, Maestro y Señor, pan para la vida eterna. Dichosos los invitados a la Cena del Señor.
Comunión
Hermanos: También ustedes deben lavarse los pies unos a otros, dijo Jesús. Con alegría, vayamos a comulgar, recordando que la eucaristía es el vínculo del amor.
Traslado del Santísimo Sacramento
(Después de la Oración Poscomunión).
Hemos celebrado la Cena del Señor. Mañana celebraremos la pasión de Cristo, pero sin eucaristía. Para poder comulgar, guardamos las hostias consagradas hoy. Y lo hacemos reservándolas en un lugar sencillo, pero destacado, el “monumento”.
Acompañamos el traslado del Santísimo con nuestra alabanza al Señor y a su misterio eucarístico.
(Una vez concluida la monición del guía, se inicia la procesión. Se canta o se recita un himno apropiado).
Adoración y reserva del Santísimo Sacramento
El sacerdote vuelve a incensar la santa eucaristía y se reza alguna oración, conforme a las costumbres de cada comunidad. Conviene terminar entonando “Adoremos reverentes”. Concluido el canto, el celebrante y los ministros se retiran a la sacristía en silencio.
Una vez que se retiran el celebrante y los ministros, nos sentamos.
El sacerdote se retira en silencio. No despide al pueblo con la bendición y el envío, porque, para la liturgia, las tres celebraciones –la Cena del Señor, la Pasión del Señor y la Vigilia Pascual– constituyen UNA SOLA celebración distribuida en tres momentos.
Enseguida se desnudará el altar, es decir, se quitan los manteles. Este rito que data del siglo VII, quiere expresar el despojo de Cristo que, apresado, es abandonado por los suyos
Si fuese necesario, aquí se dan los avisos.
Queridos amigos: A partir de este momento, Jesús parte hacia el Huerto de los Olivos. El corazón de la comunidad creyente participa del “drama de Jesús”.
Podemos permanecer “en silencio”, adorando al Santísimo Sacramento o retirarnos en religioso silencio.
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