Introducción a la celebración
Hermanos y hermanas: Estamos a ocho días del acontecimiento central de nuestra fe: la Resurrección de Jesús. Es tanta la importancia y el gozo de este suceso, que la Iglesia extiende su celebración durante cincuenta días. Los festejos pascuales van a concluir con la solemnidad de Pentecostés.
En este 2º domingo de Pascua, Jesús se manifiesta a sus discípulos para reclamar y fortalecer su fe en él.
Además este II Domingo de Pascua es un eco claro del Día de la Resurrección del Señor. La Iglesia, asimismo, celebra –y por disposición del siempre recordado beato Juan Pablo II—el Domingo de la Misericordia impronta y devoción muy bellas especialmente queridas por el Papa Wojtyla.
Para resaltar la alegría pascual durante todo este tiempo, el color litúrgico es el blanco.
Con renovada alegría y fe en Jesús resucitado, nos ponemos de pie, recibimos al padre que, en nombre de Cristo, presidirá nuestra eucaristía y, uniendo nuestros corazones y nuestras voces, cantamos.
Saludo inicial
Éste es el día que hizo el Señor, alegrémonos y regocijémonos en él. Rezaremos en el Salmo.
Hermanos: Para eso estamos reunidos: para celebrar con alegría la victoria de Jesús que es nuestra propia victoria.
Como a los discípulos, también a nosotros, aquí congregados, se nos aparece Jesús resucitado para reconfortar nuestra fe.
Jesús resucitado,
que vive entre nosotros,
acreciente nuestra alegría
y permanezca siempre con ustedes.
Acto penitencial
(Si se realiza el rito de la aspersión, ver domingo de Pascua. De lo contrario, después de la invitación del celebrante y un momento de silencio).
El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios. Por eso, pidamos confiadamente perdón por nuestras faltas.
– Tú, el vencedor del pecado y de la muerte.
Señor, ten piedad.
– Tú, alegría de los que creen en ti.
Cristo, ten piedad.
– Tú, la resurrección y la vida.
Señor, ten piedad.
Gloria
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad, porque Jesucristo, el Señor, ha resucitado y está entre nosotros. Gloria...
Liturgia de la Palabra
Primera lectura (Hech 4, 32-35): San Lucas pone, ante nuestros ojos, el cuadro admirable de la primitiva comunidad cristiana, donde todos están unidos en el amor.
En el grupo de los creyentes, todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenían. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor.
Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego, se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
Palabra de Dios
Salmo (Sal 117, 2-4. 16—18. 22-24): Continuando la alegría pascual, el salmo canta la bondad del Señor y nos invita a alegrarnos. Participamos de esta oración, aclamando: ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia !
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R.-
La diestra del señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigo, me castigo el Señor,
pero no me entregó a la muerte. R.-
La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Este es el día que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R
Segunda lectura (1Jn 5, 1-6): San Juan presenta la fe como el gran triunfo cristiano sobre el mundo.
Queridos hermanos:
Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Aquel que da el ser, ama también al que ha nacido de Él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
Pues en esto consiste el amor a Dios: que guardamos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No solo con agua, sino con agua y con sangre: y el Espíritu es quien da testimonio, porque el espíritu es la verdad.
Palabra de Dios
Evangelio (Jn 20, 19-31): Jesús, fuente de alegría y paz, se presenta a sus discípulos para fortalecer y reclamar su fe.
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
--Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
--Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
--Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
--Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
-- Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
--Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
--Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
--¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
--¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos que no están escritos en este libro hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.
Palabra del Señor
Credo
Jesús resucitado es la columna vertebral de nuestra fe. Confesemos con fervor. Creo...
Oración de los fieles
Hermanos: La fe en Cristo resucitado nos hace ver la vida con renovada esperanza. Con esta actitud, pidamos por las necesidades de todos.
A cada intención, pedimos: Jesús Resucitado, auménta nuestra la fe.
Para que los cristianos, en el mundo entero, irradien la alegría pascual. Oremos.
Para que los que trabajan por la justicia y la paz logren promover una nueva convivencia entre los pueblos. Oremos.
Para que todos los que buscan y aún no han llegado a la fe tengan la dicha de creer sin ver. Oremos.
Para que nuestra comunidad parroquial imite la unidad y la fraterna solidaridad de aquella primera comunidad. Oremos.
Padre bondadoso, tú resucitaste a Jesús dándonos paz y alegría; concédenos que nuestra comunidad sea testigo de la fe mediante la alegría y las buenas obras. Te lo pedimos...
Presentación de la ofrendas
Jesús resucitado es la garantía de nuestra fe. Por eso, con el pan y el vino, presentemos al Señor el propósito de vivir con alegría la Cincuentena Pascual.
Prefacio (Pascua I)
Jesús nos trae la paz y nos envía a evangelizar. Por eso, con especial alegría, unidos al celebrante, elevemos la gran acción de gracias al Padre, porque, por Jesucristo, nos hizo vencer al pecado y la muerte, y renacer a una nueva vida.
Padrenuestro
Al prepararnos a comulgar, pidamos al Padre Dios que aumente nuestra fe en la presencia de Jesús, en medio nuestro: Padre nuestro...
Cordero de Dios
La paz esté con ustedes, nos dice Jesús. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la Cena del Señor.
Comunión
Hermanos: Unidos en una misma fe, con alegría, vayamos a recibir al mismo Cristo resucitado que nos llama a vivir en verdadera comunidad.
Avisos parroquiales
(Después de la Oración Poscomunión).
Rito de conclusión
Hermanos: la Misa ha terminado. Nuestra misión comienza. La Cincuentena Pascual nos invita a fortalecer nuestra fe en Jesús y, por la alegría y la paz, manifestársela a cuantos nos rodean.
Que el Señor esté con ustedes.
Bendición Solemne (Misal, pág. 632).
Canto final
Queridos amigos: ¡Cristo ha resucitado y vive entre nosotros! Con esta alegría y seguridad, nos retiramos cantando.