Color: Verde
Santoral
San Cosme y San Damián, Mártires
Introducción a la celebración
Hermanos y hermanas: Cada día, se profundiza más la brecha entre ricos y pobres; cada día más, las diferencias económicas y sociales hieren la dignidad humana. La pobreza y la riqueza son viejas como el mundo. Tan antiguo como el hombre son el egoísmo y la indiferencia ante el sufrimiento ajeno.
En este domingo, la liturgia amplía el tema del domingo pasado, invitándonos a revisar cómo utilizamos nuestros bienes.
Nos ponemos de pie. Recibimos al padre que presidirá nuestra eucaristía, y cantamos.
Saludo inicial
El Señor hace justicia a los oprimidos, proclama el salmo; y la primera lectura asegura que se terminará la orgía de los libertinos.
Hermanos: La liturgia nos ofrece un tema importantísimo: cómo usamos nuestros bienes; cómo nos preocupamos de los pobres.
Que Dios los llene
de alegría y paz en la fe,
y que su Espíritu Santo
esté constantemente con ustedes.
Acto penitencial
El Señor manifiesta su omnipotencia, sobre todo, en la misericordia y el perdón. Abramos nuestro corazón al Señor.
– En ti creemos. Cuando hacemos de las riquezas un ídolo.
Señor, ten piedad.
– En ti esperamos. Cuando nuestra indiferencia hace sufrir a otros.
Cristo, ten piedad.
– En ti queremos convertirnos. Cuando no queremos revisar nuestras actitudes egoístas.
Señor, ten piedad.
Gloria
Los hombres de buena voluntad escuchan la Palabra de Dios y lo glorifican con su vida. Proclamemos con entusiasmo: Gloria...
Liturgia de la Palabra
Primera lectura (Am 6, 1a. 4-7): Dios denuncia la falsa seguridad de quienes “lo pasan bien”, haciendo de su situación un dios.
Os acostáis en lechos de marfil; arrellanados en divanes,
coméis carneros del rebaño
y terneras del establo;
canturreáis al son del arpa, inventáis, como David, instrumentos musicales;
bebéis vino en copas, os ungís con perfumes exquisitos y no os doléis del desastre de José.
Pues encabezarán la cuerda de cautivos y se acabará la orgía de los disolutos."
Salmo (Sal 145, 7-10): Haciéndose eco de esta enseñanza, el salmo proclama la solicitud del Señor por los oprimidos y todos los que sufren. Participamos de esta oración aclamando:
El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad. R.
Combate el buen combate de la fe.
Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos.
En presencia de Dios, que da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver.
A él honor e imperio eterno. Amén.
Evangelio (Lc 16, 19-31): El que, teniendo bienes y un “buen pasar”, se desentiende del prójimo no puede agradar a Dios.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico.
Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas.
Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán.
Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. "
Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces.
Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros."
El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento."
Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen."
El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán.
Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.""
Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen
El Domingo pasado la Palabra de Dios nos hablaba de que no podemos servir a Dios y al dinero, y de lo peligroso que es, para nuestra salud espiritual, vivir pegados al dinero y a las realidades materiales.
Este Domingo, damos un paso más y la Palabra de Dios nos propone un camino excelente para vencer esa tentación: compartir. Los cristianos no podemos permanecer insensibles ante las necesidades de los demás, ni podemos disfrutar solos lo que es nuestro: hemos de compartir lo que somos y lo que tenemos con los necesitados. Compartir es un acto de caridad y de justicia, y el que no es capaz de compartir es que todavía no ha entrado en la dinámica del amor de Dios.
Además, no valen excusas para dejar de compartir. Cada uno ha de estar atento a las necesidades de los demás y ha de ayudarles en la medida de sus posibilidades, que son bastantes más de las que muchas veces nos imaginamos. Y hemos de compartir nuestro dinero y algo más: nuestra vida. Porque también hace falta que compartamos nuestro tiempo, nuestro trabajo, nuestro cariño...
Por otra parte, la Palabra de Dios hoy nos habla también del juicio de Dios. La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo. Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre (cf. Catecismo, 1021-1022).
El rico Epulón vive como si Dios no existiera. Lo tiene todo. ¿Qué falta le hace Dios? Ni ve a Dios ni ve al pobre. Vive a sus anchas, nadando en el placer y en la abundancia. La riqueza y la abundancia le han vuelto ciego: ciego para no ver a Dios, ciego para no ver al pobre Lázaro, ciego y sordo para no escuchar la Palabra de Dios y no abrirse a su luz.
Y el último tema es que Dios ya nos ha comunicado todo lo que nos tenía que decir: por medio de Jesucristo y de la Iglesia el Señor nos ha dejado muy clara cuál es su voluntad y cuál es el camino del bien. Por ello no hemos de pedirle medios espectaculares y extraordinarios, lo que hemos de hacer es abrir nuestro corazón a luz de Jesucristo y de la Iglesia y dejarnos guiar por ella.
“La señal de Dios para los hombres es el Hijo del hombre, Jesús mismo. Y lo es de manera profunda en su misterio pascual, en el misterio de muerte y resurrección. Él mismo es el «signo de Jonás». Él, el crucificado y resucitado, es el verdadero Lázaro: creer en Él y seguirlo, es el gran signo de Dios, es la invitación de la parábola, que es más que una parábola. Ella habla de la realidad, de la realidad decisiva de la historia por excelencia” (cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, 260)
¿Cómo está tu corazón? ¿Eres generoso a la hora de compartir con los demás? ¿Eres sensible ante sus problemas? ¿Ayudas a los demás? ¿Estás en el camino del bien? ¡Ahora estás a tiempo! ¡Elige el camino del bien cada día y alcanzarás felicidad y la vida eterna!
Compromiso semanal
Pídele al Señor el don de poder compartir tus bienes, tu tiempo... con los necesitados.
Credo
Proclamamos nuestra fe en el Señor que manifiesta ser todopoderoso, sobre todo, en la misericordia y el perdón. Creo...
Oración de los fieles
Hermanos: Éste es un momento de intensa súplica al Señor. Recemos especialmente por todos los que se dejan atrapar egoístamente por la riqueza y cierran los ojos a las necesidades de los demás.
A cada intención respondemos: Abre, Señor, los ojos de nuestro corazón.
Para que la Iglesia pueda ser fermento de la opción preferencial por los pobres. Oremos.
Para que los economistas y quienes detentan el poder económico tengan en cuenta el desarrollo integral de la persona. Oremos.
Para que cuantos están atrapados por la avaricia, la ambición y la indiferencia alcancen la conversión. Oremos.
Para que todos seamos sensibles a los pobres Lázaros que están a nuestro alrededor. Oremos.
(Añadir y/o sustituir intenciones).
¡Dios de la justicia y la fraternidad! Abre los ojos de nuestro corazón para que seamos sensibles a las necesidades de los hermanos. Te lo pedimos...
Presentación de las ofrendas
Los dones de pan y vino simbolizan la entrega total de Jesús. Unidos a él presentemos la generosidad de nuestro aporte para ayudar a los hermanos necesitados.
Jesús nos pide que colaboremos generosamente en la solución de la miseria y la injusticia. Por eso, junto con el celebrante, iniciamos la gran acción de gracias al Padre, porque “en Jesucristo manifiesta su amor para con los pobres y los enfermos”.
Padrenuestro
Al prepararnos a recibir el pan de vida, estemos dispuestos a compartir el pan que pedimos para nosotros. Digamos con fe: Padre nuestro...
Cordero de Dios
“El que coma de este pan vivirá para siempre”, dice el Señor. Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús que se identifica con todos los necesitados. Dichosos los invitados a la Cena del Señor.
Comunión
Hermanos: Cuando falta la fraterna caridad queda trunca la eucaristía. La eucaristía exige la caridad. Con alegría, marchemos a participar del banquete del Señor.
Avisos parroquiales
(Después de la Oración pos-comunión).
Rito de conclusión
La misa ha terminado. Nuestra misión comienza.
Hermanos: La Oración de la asamblea le pide a Dios que nos haga participar de los bienes del cielo. Participemos, compartamos –en alguna medida– nuestros bienes de la tierra con los “Lázaros” que la vida pone en nuestro camino.
Que el Señor esté con ustedes.
Sé indulgente, Señor, con tu pueblo
y concédele una intensa
caridad fraterna.
Y que la bendición de Dios...
Queridos amigos: Alegres, porque Jesús nos anima a compartir su entrega, nos retiramos cantando.
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