Color: Verde
Santoral
San Genaro y Compañeros Mártires
Hermanos y hermanas: El dinero ocupa un lugar importante en la vida del hombre, a tal punto, que no son pocos los que hacen del dinero un “ídolo”, su propio dios.
En este domingo, la liturgia nos plantea el problema del uso del dinero y, por extensión, de todos los bienes materiales.
El cristiano que quiere seguir seriamente a Cristo debe darle a todas las cuestiones que plantea la vida una solución evangélica. Eso nos enseña, hoy, Jesús.
Nos ponemos de pie. Recibimos al padre que, en nombre de Cristo, presidirá nuestra eucaristía, y, uniendo nuestros corazones y nuestras voces, cantamos.
No podemos servir a Dios y al dinero, dice Jesús.
Hermanos: La liturgia de hoy es fuerte: ¡Nos “toca el bolsillo”! O, mejor dicho, esa debilidad tan extendida de adorar al dios dinero. ¡Cuántos abusos, cuántos hermanos explotados, cuántas injusticias se cometen con tal de tener más y más dinero! Jesús nos propone algo mejor.
Que el Dios del amor y de la paz,
que levanta del polvo al desvalido
y alza al pobre de su miseria,
los acompañe y permanezca
siempre con ustedes.
“Yo soy el Salvador de mi pueblo”, dice el Señor. Recurramos a su misericordia pidiendo perdón por nuestras faltas.
– Salvador nuestro. Cuando pretendemos aprovecharnos económicamente de los demás.
Señor, ten piedad.
– Redentor nuestro. Cuando somos deshonestos en el uso del dinero.
Cristo, ten piedad.
– Mediador nuestro. Cuando servimos más al dinero que a Dios.
Señor, ten piedad.
Primera lectura (Am 8, 4- 7): El profeta Amós condena en nombre de Dios a quienes se aprovechan de los pobres.
Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa,
compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo.
Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.
Salmo (Sal 112, 1- 2. 4-8): Confirmando esta advertencia, el salmo reafirma la preocupación de Dios por el desvalido y el pobre. Participamos de esta oración aclamando: ¡Alaben al Señor que alza al pobre!
El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos. ¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra? R.
Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo. R.
Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro.
Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: este es el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y apóstol -digo la verdad, no miento-, maestro de los gentiles en fe y verdad.
Quiero que sean los hombres los que recen en cualquier lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones.
Evangelio (Lc 16, 1-13): El discípulo de Cristo ha de aprender a ser fiel en el manejo del dinero, para no anteponerlo al amor del único Dios.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido."
El administrador se puso a echar sus cálculos:
"¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. "
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?"
Éste respondió: "Cien barriles de aceite."
Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta."
Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?"
Él contestó: "Cien fanegas de trigo."
Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta."
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero."
No podéis servir a Dios y al dinero
En los domingos pasados, san Lucas nos ha ofrecido varios puntos de reflexión sobre los peligros de un apego excesivo al dinero, a los bienes materiales y a todo lo que impide vivir en plenitud nuestra vocación y amar a Dios y a los hermanos. También hoy, con una parábola que suscita en nosotros cierta sorpresa porque en ella se habla de un administrador injusto, al que se alaba, analizando a fondo, el Señor nos da una enseñanza seria y muy saludable.
Pero, ¿qué es lo que quiere decirnos Jesús con esta parábola, con esta conclusión sorprendente? Inmediatamente después de esta parábola del administrador injusto el evangelista nos presenta una serie de dichos y advertencias sobre la relación que debemos tener con el dinero y con los bienes de esta tierra. Son pequeñas frases que invitan a una opción que supone una decisión radical, una tensión interior constante.
En verdad, la vida es siempre una opción: entre honradez e injusticia, entre fidelidad e infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal. Es incisiva y perentoria la conclusión del pasaje evangélico: "Ningún siervo puede servir a dos amos: porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo". En definitiva —dice Jesús— hay que decidirse: "No podéis servir a Dios y al dinero". La palabra que usa para decir dinero —"mammona"— es de origen fenicio y evoca seguridad económica y éxito en los negocios. Podríamos decir que la riqueza se presenta como el ídolo al que se sacrifica todo con tal de lograr el éxito material; así, este éxito económico se convierte en el verdadero dios de una persona.
Por consiguiente, es necesaria una decisión fundamental para elegir entre Dios y "mammona"; es preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de nuestra actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad. Cuando prevalece la lógica del lucro, aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica del compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia un desarrollo equitativo, para el bien común de todos.
En el fondo, se trata de la decisión entre el egoísmo y el amor, entre la justicia y la injusticia; en definitiva, entre Dios y Satanás. Si amar a Cristo y a los hermanos no se considera algo accesorio y superficial, sino más bien la finalidad verdadera y última de toda nuestra vida, es necesario saber hacer opciones fundamentales, estar dispuestos a renuncias radicales, si es preciso hasta el martirio. Hoy, como ayer, la vida del cristiano exige valentía para ir contra corriente, para amar como Jesús, que llegó incluso al sacrificio de sí mismo en la cruz, (cf. Benedicto XVI, Homilía en Velletri, 23-IX-2007). ¡Párate a pensar! ¿Cómo está tu fidelidad? ¿Intentas ser fiel a Dios en todo, incluso en lo pequeño? ¿Cuál es tu actitud ante el dinero? ¡Llena tu corazón de Dios! ¡Serás feliz!
Compromiso semanal
Medita cómo está tu fidelidad y cuál es tu actitud ante el dinero
Credo
Proclamemos nuestra fe en un Dios que resumió todos los mandamientos en la única ley del amor. Creo...
La recomendación de Pablo que leímos en la Segunda lectura es el origen de nuestra oración de los fieles. Recemos con fervor por la Iglesia y por la humanidad.
A cada intención respondemos:
Ayúdanos, Señor, a no ser esclavos del dinero.
Por los organismos de caridad de la Iglesia, para que dispongan de los recursos materiales necesarios. Oremos.
Por los que tienen el poder económico, para que no se aprovechen de ello y busquen el bien común. Oremos.
Por los explotados e indefensos, para que les llegue la hora de la justicia. Oremos.
Por nosotros, para que estemos vigilantes sobre nuestro instinto de posesión y no transformemos al dinero en nuestro Dios. Oremos.(Sustituir y/o añadir intenciones).
Presentación de las ofrendas
Después de alimentarnos con la Palabra de Dios, preparamos la mesa de la eucaristía. Junto con los dones de pan y vino, presentemos al Señor el propósito de no dejarnos atrapar por el instinto de posesión y de avaricia.
Prefacio (P. E. Vc)
El Señor es el defensor de los pobres. Por eso, rubriquemos con el canto del Santo la alabanza y la acción de gracias al Padre, porque “en Jesucristo manifiesta su amor para con los pobres y pequeños”.
Padrenuestro
Al prepararnos a recibir el pan de vida, pidamos al Padre bondadoso el pan de cada día y la voluntad de compartirlo con los necesitados. Padre nuestro...
Así dice el Señor: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”.
Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Jesús, que nos llama a servirlo con fidelidad. Dichosos ustedes los invitados a la Cena del Señor.
Hermanos: La comunión con el pan eucarístico nos compromete a vivir desapegados de los bienes terrenales para ser solidarios con los pobres y desvalidos. Con alegría, marchemos a la cena del Señor.
Rito de conclusión
La misa ha terminado. Nuestra misión comienza.
Hermanos: “No pueden servir a Dios y al dinero”, nos ha dicho Jesús.
Procuremos que nuestras vidas muestren al mundo una manera diferente de administrar los bienes: mayor desapego y generosidad, mayor caridad y solidaridad.
Que el Señor esté con ustedes.
Que tu bondad, Señor,
otorgue a tus hijos todo lo necesario
para levantar del polvo al desvalido
y alzar al pobre de su miseria.
Y que la bendición de Dios...
Queridos amigos: Con alegría, por haber glorificado a Dios en el día del Señor, nos retiramos cantando.
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