Él no se cansa de nosotros, a pesar de nuestras infidelidades y pecados. Él nos busca como el pastor busca a la oveja perdida, o como cualquier persona busca afanosamente un objeto valioso que ha perdido. Así como nosotros nos alegramos al encontrar un bien perdido, del mismo modo, Nos ponemos de pie. Recibimos al padre que presidirá nuestra eucaristía y cantamos
Saludo inicial “Los ángeles de Dios se alegran por un solo pecador que se arrepiente”, dice Jesús.
Hermanos: ¡Hoy, la liturgia canta la misericordia de Dios! Todas las lecturas muestran la inalterable voluntad de Dios de compadecerse, buscar y perdonar a sus hijos extraviados.
El amor y la misericordia de Dios,
que, en Jesucristo,
reconcilió consigo al mundo,
estén con ustedes.
Acto penitencial
– Tú que viniste a buscar y salvar lo que estaba perdido.
Señor, ten piedad.
– Tú que recibías a los pecadores y comías con ellos.
Cristo, ten piedad.
– Tú que no viniste a condenar, sino a perdonar.
Señor, ten piedad.
Gloria
Glorifiquemos a Dios que, en Jesucristo, ha reconciliado al mundo consigo: Gloria...ocurre en el cielo, cada vez que un pecador se arrepiente.
Primera lectura (Éx 32, 7-11. 13-14): En un diálogo “mano a mano” con Moisés, Dios desiste de castigar a su pueblo.
Y el Señor añadió a Moisés: "Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo."
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: "¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: "Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre.""
Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Salmo (Sal 50, 3-4. 12-13. 17. 19): Acorde con la actitud bondadosa de Dios, el salmo suplica el perdón. Participamos de esta oración, aclamando: Iré a la casa de mi Padre.
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. R.
Segunda lectura (1Tim 1, 12-17): San Pablo narra su experiencia personal de la misericordia de Dios.
Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio.
Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente.
Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía.
El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús.
Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero.
Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que crearán en él y tendrán vida eterna.
Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Evangelio (Lc 15, 1-32; o más breve, 15, 1-10): En las parábolas de la misericordia, Jesús nos muestra cómo el Padre Dios busca a sus hijos perdidos.
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos."
Jesús les dijo esta parábola: "Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido."
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:
¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido."
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta."
También les dijo: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse
el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo:
"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta
Hoy la liturgia vuelve a proponer a nuestra meditación el capítulo XV del evangelio de san Lucas, una de las páginas más elevadas y conmovedoras de toda la sagrada Escritura. Es hermoso pensar que en todo el mundo, dondequiera que la comunidad cristiana se reúne para celebrar la Eucaristía dominical, resuena hoy esta buena nueva de verdad y de salvación: Dios es amor misericordioso.
En esta página evangélica nos parece escuchar la voz de Jesús, que nos revela el rostro del Padre suyo y Padre nuestro. En el fondo, vino al mundo para hablarnos del Padre, para dárnoslo a conocer a nosotros, hijos perdidos, y para suscitar en nuestro corazón la alegría de pertenecerle, la esperanza de ser perdonados y de recuperar nuestra plena dignidad, y el deseo de habitar para siempre en su casa, que es también nuestra casa.
Jesús narró las tres parábolas de la misericordia porque los fariseos y los escribas hablaban mal de él, al ver que permitía que los pecadores se le acercaran, e incluso comía con ellos (cf. Lc 15, 1-3). Entonces explicó, con su lenguaje típico, que Dios no quiere que se pierda ni siquiera uno de sus hijos y que su corazón rebosa de alegría cuando un pecador se convierte.
La verdadera religión consiste, por tanto, en entrar en sintonía con este Corazón "rico en misericordia", que nos pide amar a todos, incluso a los lejanos y a los enemigos, imitando al Padre celestial, que respeta la libertad de cada uno y atrae a todos hacia sí con la fuerza invencible de su fidelidad. El camino que Jesús muestra a los que quieren ser sus discípulos es este: "No juzguéis..., no condenéis...; perdonad y seréis perdonados...; dad y se os dará; sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6, 36-38). En estas palabras encontramos indicaciones muy concretas para nuestro comportamiento diario de creyentes.
En nuestro tiempo, la humanidad necesita que se proclame y testimonie con vigor la misericordia de Dios (cf. Benedicto XVI, Ángelus, 16-IX-2007)
En la segunda lectura, San Pablo nos habla de su experiencia personal: él era un pecador, pero Dios tuvo compasión de él, le perdonó y le confió la gran misión de ser Apóstol. Pasó de furioso perseguidor a fiel discípulo de Jesús.
Dios ama y perdona. No recrimina ni humilla al hijo echándole en cara su mal proceder. Facilita la vuelta, en lugar de hacerla más dura y humillante. Es el momento de alegrarse. El hijo estaba perdido y lo ha encontrado. El Evangelio de la misericordia es, además, el Evangelio de la alegría.¿Cómo está tu vida? ¿Estás lejos de Dios? ¡Revisa tu vida! ¡No tengas miedo! ¡Confía en el Señor! ¡Déjate amar por Él y alcanzarás la vida eterna! ¡Alégrate por la conversión de los demás y reza por la conversión de todos!
Compromiso semanal
Revisa tu vida y piensa en qué actitudes estás lejos de Dios y qué es lo que tienes que hacer para volver.
Oración de los fieles
A cada intención, pedimos: Padre compasivo, perdónanos.
Para que todos los hijos de la Iglesia vean en ella el signo de la misericordia de Dios en medio del mundo. Oremos.
Para que los medios de comunicación social no fomenten la idolatría del dinero, el exitismo y el placer. Oremos.
Para que todos los que se sienten atormentados por problemas de conciencia descubran la inmensidad del amor de Dios. Oremos.
Para que todos nosotros nos sintamos como oveja perdida a la que Dios busca con incansable amor. Oremos.
(Añadir y/o sustituir intenciones).
Padre compasivo, confiamos en ti y te rogamos que la gratitud que despierta tu misericordia nos haga servirte de todo corazón. Te lo pedimos...
Presentación de las ofrendas
Jesús nos mostró la misericordia infinita del Padre. Por eso, junto con el celebrante, demos gracias al Señor, que invita a los pecadores a recurrir confiadamente a su clemencia.
Padrenuestro
Al prepararnos a recibir el pan de vida, pidamos, una vez más, con confianza de hijos, que el Padre “perdone nuestras ofensas”: Padre nuestro...
Cordero de Dios
El pan que partimos es la comunión con el cuerpo de Cristo. Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Jesús, imagen de la misericordia de Dios. Dichosos ustedes, los invitados a la Cena del Señor.
Comunión
Hermanos: Dios, que nos ha buscado a cada uno, sella ahora la reconciliación en el banquete de la eucaristía. Con alegría, vayamos a la mesa del Señor.
Avisos parroquiales
(Después de la Oración poscomunión).
Rito de conclusión
La misa ha terminado. Nuestra misión comienza.
Hermanos: ¿Nos ha convencido la Palabra de Dios de que él nos ama, nos busca y tiene piedad de nosotros?
Volvamos a la vida diaria con la inmensa alegría de saber que Dios es fiel a su palabra y que el cielo canta de gozo cada vez que un pecador se arrepiente.
Que el Señor esté con ustedes.
Concede la paz, Señor,
a todos los que esperan en ti,
para que experimenten
los efectos de tu amor.
Y que la bendición de Dios...
Despedida
Queridos amigos: Con la misma alegría que tienen los ángeles en el cielo, nos retiramos cantando.Nos ponemos de pie. Recibimos al padre que presidirá nuestra eucaristía y cantamos
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