Domingo 29º durante el año
Introducción a la celebración
Hermanos y hermanas: Es natural rehuir el sacrificio y mucho más el sufrimiento. Desearíamos que todo fuese fácil y, si es posible, cómodo, pero la vida es otra cosa.
Este 29º domingo durante el año, nos vuelve a presentar el misterio central de nuestra fe: el sacrificio redentor de Cristo. Con su vida servicial y su muerte en cruz, Cristo nos enseña que no se puede saltear el camino de un sacrificado servicio al prójimo, si se quiere transitar hacia el Reino de los Cielos.
Nos ponemos de pie. Recibimos al padre que presidirá nuestra eucaristía y, con alegría y como hermanos, iniciamos nuestra celebración cantando.
Saludo inicial
El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar la vida en rescate por una multitud.
Hermanos queridos: La liturgia de hoy es un “eco” del Viernes Santo. Nos muestra a Jesús, el Siervo de Yavé, sirviendo y dando la vida en rescate por los hombres.
El amor de este Padre bondadoso,
que por el justo servidor Jesús,
justifica a quienes esperan en él,
esté con todos ustedes
Acto penitencial
Vayamos confiadamente al trono de la gracia a fin de obtener misericordia, oiremos en la Segunda lectura. Pongámoslo en práctica pidiendo confiadamente perdón.
– Tú, que conociste el sufrimiento y las fatigas.
Señor, ten piedad.
– Tú, que te compadeces de nuestras debilidades.
Cristo, ten piedad.
– Tú, que viniste a servir y dar la vida.
Señor, ten piedad.
Gloria
Glorifiquemos al Padre, que por Jesús, con la fuerza del Espíritu Santo, nos ha redimido: Gloria...
Liturgia de la Palabra
Primera lectura (Is 53, 10-11): El profeta Isaías describe al futuro Mesías, siervo sufriente de Yavé que dará la vida por muchos.
Lectura del libro de Isaías.
El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos.
Palabra de Dios.
Salmo (Sal 32, 4-5. 18-20. 22): Ante la acción de Dios que muestra su amor por los hombres, el salmo proclama la confianza en la Palabra de Dios. Participamos de esta oración aclamando: Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.
La palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.
Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.
Segunda lectura (Heb 4, 14-16): Escuchemos cómo la palabra de Dios nos invita a buscar confiadamente la misericordia de Dios.
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.
Palabra de Dios.
Evangelio (Mc 10, 35-45; o más breve: 10, 42-45): Jesús nos da el ejemplo de un servicio que llega hasta dar la vida.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir". Él les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?". Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria". Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?". "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados". Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
Palabra del Señor.
La Palabra de Dios nos planteaba el Domingo pasado que las riquezas hacen difícil el seguimiento de Cristo. Hoy la Palabra de Dios nos dice que ocurre lo mismo con el afán de poder. Quien desea el poder tiene el peligro del endiosamiento, de la idolatría, de crear servidumbres y generar opresión.
La sociedad está ordenada en razón del éxito y de la competencia. Es necesario abrirse camino, triunfar, y para muchos no importa los medios que se emplean para conseguirlo. Es la gran tentación. Vives en una sociedad que te enseña a aparentar lo que no eres, a lucir lo que no puedes, a querer situarte siempre por encima de los demás, a valorar a los demás por lo que tienen y no por lo que son, a despreciar a los pobres y pequeños... Es una de las consecuencias lógicas de esta sociedad materialista y hedonista. Desde este planteamiento no puede salir otra cosa. Vivir así es vivir desde la mentira, vivir de espaldas a Dios.
La Palabra de Dios hoy te propone la humildad, la actitud de servicio, el dar la vida, como actitudes esenciales para poder ser amigo de Dios.
La humildad es la condición de posibilidad de la fe: sólo los humildes descubren a Dios, porque se sienten necesitados de Él y lo buscan, y, como lo buscan con sinceridad, lo encuentran. Por eso, el Señor se resiste a los soberbios y se manifiesta a los humildes.
Además, el que vive desde la humildad, está lleno de Dios y le sobran todas las vanidades y grandezas humanas, que, vistas desde la fe, muchas veces más bien son obstáculos para seguir con autenticidad a Jesucristo.
Por ello, la Palabra de Dios te invita a huir de toda la hipocresía social, de querer ocupar los primeros puestos en la sociedad o en la Iglesia, de querer quedar bien con todos, de querer aparentar, de querer estar entre los poderosos, de querer tener "prestigio social". Todo ello es fruto del orgullo y la soberbia, y Dios te quiere pequeño, humilde, servicial, entregado... Porque Dios te quiere feliz.
Se trata de ver las cosas desde Dios y no desde los hombres. Para Dios son al revés que para nosotros. Los que muchas veces ocupan los primeros puestos delante de los hombres, ocupan los últimos ante Dios. Y los que muchas veces son marginados y rechazados por los hombres (pobres, enfermos, ancianos, niños no nacidos...) ocupan el primer puesto delante de Dios.
El humilde es la tierra buena en la que la semilla de la Palabra de Dios puede arraigar y dar mucho fruto. ¿Cómo está tu corazón? ¿Cuáles son tus deseos, tus ambiciones?
“Buscáis a Cristo glorificado; volveos a él crucificado. Queréis reinar y ser glorificados junto al trono de Cristo; aprended antes a decir: ¡Lejos de mí el gloriarme, a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo! (Gál 6,14). Ésta es la doctrina cristiana, el precepto y la recomendación de la humildad: no gloriarse a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Pues no tiene nada de grande gloriarse en la sabiduría de Cristo, pero sí el hacerlo en la cruz. Donde encuentra el impío motivo para insultar, allí ha de encontrar el piadoso su gloria. Sea idéntico lo que provoca el insulto del soberbio y la gloria del cristiano. No te avergüences de la cruz de Cristo; para eso recibiste su señal en la frente (cf. San Agustín, Sermón 160,5). ¿Cómo estás de humildad? Revisa tu vida y plantéate tomar en serio el ser humilde. ¡Vale la pena! . AMEN
Credo
Proclamemos nuestra fe en la vida, pasión y resurrección de Jesús. Creo...
Oración de los fieles
Junto a Cristo, nuestro sumo sacerdote, recemos para implorar la misericordia de Dios sobre toda la humanidad.
A cada intención, pedimos: Ayúdanos a imitar tu entrega.
Por todos los miembros de la Iglesia: para que seamos modelos de servicio y entrega a los hermanos. Oremos.
Por los que ejercen la autoridad: para que sirvan de verdad al bien común. Oremos.
Por los pobres, los débiles y los enfermos: para que nuestro servicio fraterno alivie sus sufrimientos. Oremos.
Por nuestra Iglesia diocesana: para que sus instituciones continúen sirviendo a todos con generosa entrega. Oremos.
Ayúdanos, Señor, a imitar tu entrega, para que crezcamos en el servicio humilde y solidario a los hermanos.
Te lo pedimos...
Presentación de las ofrendas
Cristo, muerto y resucitado para nuestra salvación, es nuestra gran ofrenda al Padre. Junto a él, presentemos la colecta, símbolo de nuestro sacrificado servicio a los necesitados.
Prefacio (P.E. V/c)
Jesús vino para servir y dar su vida por nosotros. Por eso, unámonos al himno de acción de gracias, que el celebrante entona en nombre de todos, porque el Padre ha entregado a su Hijo para que fuera nuestro Señor y nuestro hermano.
Padrenuestro
Nos preparamos para comulgar. Como miembros de una misma familia, pidamos ser perdonados como nosotros perdonamos: Padre nuestro...
Cordero de Dios
Jesús fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la Cena del Señor.
Comunión
Hermanos: Vayamos confiadamente al trono de la gracia para fortalecer nuestro espíritu de servicio. Con alegre recogimiento, nos acercamos al banquete del Señor.
Rito de conclusión
La misa ha terminado. Nuestra misión comienza.
Hermanos: El mensaje es claro: “Jesús no vino a ser servido, sino a servir y dar la vida”.
Volvamos a la vida diaria con el propósito y la alegría de imitar al Señor.
Que el Señor esté con ustedes.
El Dios del amor y de la paz
fortalezca nuestra voluntad
para que sirvamos a los hermanos
con un corazón sincero.
Y que la bendición...
Canto final
Queridos amigos: Con alegría, porque Jesús se entregó por nosotros y sostiene nuestros esfuerzos, nos retiramos cantando.
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