Domingo 28º durante el año/ciclo B
Liturgia de las Horas: 4ta. Semana del Salterio
Color: Verde
Santoral
Beata María Soledad, Virgen Fundadora
Beato Juan XXIII
Santa María Soledad Torres
Introducción a la celebración
Nos ponemos de pie. Recibimos al padre que, en nombre de Cristo, presidirá nuestra eucaristía, y, uniendo nuestros corazones y nuestras voces, cantamos.
En este domingo 28º durante el año, la liturgia nos propone el desprendimiento y la pobreza evangélica, que no significa carecer de bienes, pero sí no tener el corazón “atrapado” por ellos.
Hermanos y hermanas: A todos nos gusta el dinero, todos desearíamos ser ricos. Pero sabemos que la riqueza tiene sus riesgos: la dureza del corazón, la codicia, la avaricia.
Saludo inicial
Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios, nos dice Jesús.
Hermanos: La liturgia hoy nos propone la verdadera sabiduría de la vida: no vivir “enloquecidos” por tener cada día más; ser pobres de corazón para poder ser felices.
Que la sabiduría del Padre,
el ejemplo de Jesús
y la fuerza del Espíritu Santo
estén con todos ustedes.
Acto penitencial
El Señor es bondadoso y compasivo y siempre está dispuesto a perdonar. Pidamos confiadamente perdón.
– Tú viviste pobremente, y nosotros queremos tener siempre más.
Señor, ten piedad.
– Tú predicaste la pobreza, y nosotros nos dejamos atrapar por los bienes materiales.
Cristo, ten piedad.
– Tú nos quieres pobres de corazón, y nosotros retenemos aun lo que no usamos:
Señor, ten piedad.
Gloria
Pronunciemos, con fervor, nombres y títulos en alabanza a Dios Padre, Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo: Gloria...
Liturgia de la Palabra
Primera lectura (Sab 7, 7-11): La verdadera sabiduría, la que viene de Dios, nos descubre el verdadero valor de las cosas.
Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena, y, junto a ella, la plata vale lo que el barro. La quise más que la salud y la belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables.
Salmo (Sal 89, 12-17): En respuesta a esta verdad, el salmo nos invita a pensar en la brevedad de la vida para alcanzar la sabiduría del corazón. Participamos de esta oración aclamando:
"Sácianos de tu misericordia, Señor. Y toda nuestra vida será alegría"
Enséñanos a calcular nuestros años, / para que adquiramos un corazón sensato. / Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? / Ten compasión de tus siervos. R.
Por la mañana sácianos de tu misericordia, / y toda nuestra vida será alegría y júbilo. / Dános alegría, por los días en que nos afligiste, / por los años en que sufrimos desdichas. R.
Que tus siervos vean tu acción, / y sus hijos tu gloria. / Baje a nosotros la bondad del Señor / y haga prosperas la obras de nuestras manos. R.
Segunda lectura (Heb 4, 12-13): La segunda lectura nos enseña que la Palabra de Dios debe ayudarnos a conocer las verdaderas intenciones de nuestro corazón.
La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
Evangelio (Mc 10, 17-30; o bien más breve: 10, 17-27): El joven rico del evangelio es imagen de todos nosotros.
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?" Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre."Él replico: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño." Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: /"Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme." A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!" Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: "Hijos, ¡que difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios." Ellos se espantaron y comentaban: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" Jesús se les quedo mirando y les dijo: "Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo." Pedro se puso a decirle: "Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido." Jesús dijo: "Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más- casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura, vida eterna."
Vende lo que tienes y sígueme
La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos habla de la radicalidad del seguimiento de Cristo: para seguir a Cristo hay que dejarlo todo. ¡Sí, todo! El amor a Dios, el ser discípulo de Cristo está por encima de todo: por encima de los amores humanos e, incluso, por encima de uno mismo.
Puede parecerte duro y exigente, pero así es. No se puede ser cristiano a medias. Si eres cristiano ¡has de intentar serlo de verdad, sin condiciones ni reservas! El amor a medias, el amor con condiciones no existe: en el fondo no es más que egoísmo sutilmente disfrazado de amor.
Cuando Cristo dice que el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo suyo, no se refiere sólo a los bienes materiales, sino que te invita a que renuncies a todo aquello que te impide o te dificulta seguirle a Él. A unos les estorbará el dinero, a otros los afectos desordenados, a otros su orgullo, a otros su vanidad, a otros su fama, a tí...
Como nos dice el Papa Benedicto XVI, si el hombre pone su seguridad en las riquezas de este mundo no alcanza el sentido pleno de la vida y la verdadera alegría; por el contrario, si, fiándose de la palabra de Dios, renuncia a sí mismo y a sus bienes por el reino de los cielos, aparentemente pierde mucho, pero en realidad lo gana todo.
El santo es precisamente aquel que, respondiendo con alegría y generosidad a la llamada de Cristo, lo deja todo por seguirlo. Jesús puede en verdad garantizar una existencia feliz y la vida eterna, pero por un camino diverso del que imaginaba el joven rico, es decir, no mediante una obra buena, un servicio legal, sino con la elección del reino de Dios como "perla preciosa" por la cual vale la pena vender todo lo que se posee (cf. Mt 13, 45-46). El joven rico no logra dar este paso. A pesar de haber sido alcanzado por la mirada llena de amor de Jesús (cf. Mc 10, 21), su corazón no logró desapegarse de los numerosos bienes que poseía.
Comprender esto es fruto de la sabiduría de la que habla la primera lectura. Esta sabiduría ―nos dice― es más valiosa que la plata y el oro, aún más que la belleza, la salud y la luz misma, "porque su resplandor no tiene ocaso" (Sb 7, 10). Obviamente, esta sabiduría no se reduce únicamente a la dimensión intelectual. Es mucho más; es "sabiduría del corazón", como la llama el salmo 89. Es un don que viene de lo alto (cf. St 3, 17), de Dios, y se obtiene con la oración (cf. Sb 7, 7).
En efecto, esta sabiduría no ha permanecido lejos del hombre, se ha acercado a su corazón (cf. Dt 30, 14), tomando forma en la ley de la primera alianza sellada entre Dios e Israel a través de Moisés. El Decálogo contiene la sabiduría de Dios. Por eso Jesús afirma en el Evangelio que para "entrar en la vida" es necesario cumplir los mandamientos (cf. Mc 10, 19). Es necesario, pero no suficiente, pues, como dice san Pablo, la salvación no viene de la ley, sino de la gracia. Y san Juan recuerda que la ley la dio Moisés, mientras que la gracia y la verdad han venido por medio de Jesucristo (cf. Jn 1, 17).
Por tanto, para alcanzar la salvación es preciso abrirse en la fe a la gracia de Cristo, el cual, sin embargo, pone una condición exigente a quien se dirige a él: "Ven y sígueme" (Mc 10, 21). Los santos han tenido la humildad y la valentía de responderle "sí", y han renunciado a todo para ser sus amigos (cf, Benedicto XVI, Homilía, 15-X-2006).
La Palabra de Dios hoy es una invitación profunda a la oración, al diálogo serio, profundo y personal con Jesucristo. ¡Párate a pensar! ¡Dialoga con Cristo! Piensa cuáles son los “bienes” que te están impidiendo ser un buen cristiano. Intenta descubrir cuáles son las cosas a las que Jesús te está pidiendo que renuncies para seguirle a Él.
¡Atrévete a cargar con la cruz y seguir a Jesús! Te podrá costar…, pero ¡no te arrepentirás! El Maestro te llama, ¡escúchale, déjate amar por Él, ámale, síguele! No tengas miedo en seguir a Jesucristo. El te ama más que nadie. Y el que camino que te marque será siempre el mejor para tu vida. No tengas miedo a renunciar a lo que te exija. Descansa en Él, confía en Él. Encontrarás la paz, la felicidad -con la cruz- y, al final, la vida eterna. AMEN
____________________________________________________________________
Porque creemos que la verdadera sabiduría reside en la Palabra de Dios, proclamamos: Creo...
Oración de los fieles
La Oración de los fieles es una noble expresión del sacerdocio común. Pidamos por las necesidades de la Iglesia y del mundo.
A cada intención, pedimos: Ayúdanos a ser desprendidos y pobres.
Para que la Iglesia –que somos todos los bautizados– refleje el desprendimiento y la pobreza evangélica. Oremos.
Para que los pueblos más pobres sean efectivamente ayudados por los países ricos. Oremos.
Para que el dinero y los intereses materiales no destruyan las buenas relaciones entre familiares y amigos. Oremos.
Para que todos nosotros alcancemos la sabiduría de Dios haciéndonos solidarios y pobres de corazón. Oremos.
Danos tu sabiduría, Señor, para que usemos los bienes de este mundo de tal manera que no perdamos la vida eterna.
Te lo pedimos...
Presentación de las ofrendas
Todo lo que tenemos es un don de Dios. Por eso presentemos al Señor nuestra decisión de usarlos sin avaricia ni egoísmo, ayudando a quienes padecen necesidad.
Prefacio (P.E. V/C)
Jesús nos enseña a ser desprendidos y generosos. Por eso, con aclamaciones y el canto, demos gracias al Señor, nuestro Dios, porque nos entregó a Jesús, que nunca permaneció indiferente ante el sufrimiento humano.
Padrenuestro
Vamos a recibir el Pan de Vida. Pidamos un corazón desprendido y generoso para que a nadie le falte el “pan de cada día”. Padre nuestro...
Cordero de Dios
Éste es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo: Jesús, que proclamó felices a los pobres de corazón. Dichosos los invitados a la Cena del Señor.
Comunión
Hermanos: El Señor resucitado nos da su Cuerpo y su Sangre como alimento y garantía de vida. Con alegría, marchemos a recibir el Pan de Vida.
Rito de conclusión
La Misa ha terminado. Nuestra misión comienza.
Hermanos: Jesús nos propone la pobreza evangélica, que es desapego de los bienes de este mundo; espíritu de servicio y generosidad en el compartir. A estos discípulos, el Señor promete el ciento por uno en esta vida y en, la vida eterna.
El Señor esté con ustedes.
Tu gracia, Señor, acompañe siempre
a estos hijos tuyos.
Sácialos con tu amor
para que solamente te deseen
y te sirvan a ti.
Y que la bendición de Dios...
Canto final
Queridos amigos: Con alegría por habernos acercado a la sabiduría de Dios, nos retiramos cantando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario