La Palabra de Dios nos presenta hoy un elemento importante en este proceso catequético que es la Cuaresma: el agua. Tanto la primera lectura, como el evangelio hacen referencia al agua. Para cualquier persona el agua es fundamental para vivir, también para los animales y las plantas. Y para los cristianos, es signo de una vida nueva a través del Bautismo. Todos hemos nacido de las “aguas” maternas y hemos renacido del agua y el Espíritu por el Bautismo. El agua, por tanto, es un elemento fundamental. Es más, podemos decir que Jesús es el Agua Viva que calma para siempre nuestra sed. La sed se relaciona con las búsquedas que las personas hacemos en la vida. El pueblo de Israel y la Samaritana son símbolos de todos nosotros y de la humanidad entera, siempre inquietos buscando aquello que deseamos y no tenemos: la realización plena, la vida, la felicidad.
Introducción a la celebración
Hermanos: hemos venido a
agradecer al Señor todo lo bueno que de él recibimos, también a exponerle
nuestra miseria humana y a pedirle perdón por las negligencias y pecados, por
el pan de cada día y la gracia de jamás soltarnos de su mano. Comencemos
cantando…
Saludo
Durante las
24 horas nos saludamos con buen día, buenas tardes o buenas noches… En
concreto, ¿qué queremos desearnos? Salud sin enfermedades, bienestar más allá
de las contrariedades, alegría por encima de toda tristeza, fuerza suficiente
para sobrellevar o superar inconvenientes desagradables… Así, entonces, al
comenzar esta misa: que la salud del cuerpo y del alma, el bienestar y la
alegría de una conciencia en paz con Dios y los prójimos y la fortaleza de
ánimo para mirar el futuro con optimismo estén siempre con cada uno de ustedes.
Acto penitencial
Sólo Dios, todo su amor y verdad, es esa agua que refresca las
sequedades del alma y da vida y esperanza, lástima que muchas veces queremos
saciar nuestra sed en aguas estancadas de errores, mentiras y maldades. Por
eso, pidamos humildemente perdón:
Por nuestras faltas de fe en
ti, Dios de bondad, nuestra desconfianza en un Padre tan tierno y compasivo
como nos enseña tu Hijo amado. Señor, ten piedad.
Por nuestra falta de esperanza
en que, si ponemos toda nuestra buena voluntad, tú obrarás maravillas por
encima de nuestras impotencias, Cristo,
ten piedad.
Por nuestras faltas de amor
obediente a ti, Señor, y por nuestros egoísmos e indiferencias ante el prójimo
necesitado, Señor, ten piedad.
Dios
todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos dé
la vida eterna. Amén.
Liturgia de la palabra
Primera lectura (Éx
17, 1-7): En Egipto el pueblo hebreo quizá no sufría tanto como en pleno
desierto, pero allá eran esclavos. Y ahora deben aprender a vivir como hermanos entre hermanos, en la libertad de los
hijos de Dios. Esto es un desafío
agotador.
En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés:
--¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?
Clamó Moisés al Señor y dijo:
--¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.
Respondió el Señor a Moisés:
--Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Massá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo:
--¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?
Palabra de Dios
Salmo (Sal
94, 1-2. 6-9): El Salmo 94 exhorta a todos a no soltarnos jamás de la mano de
Dios. Por eso aclamamos diciendo:
R.- OJALÁ ESCUCHÉIS HOY LA VOZ DEL SEÑOR: «NO ENDUREZCÁIS VUESTRO CORAZÓN.»
Segunda lectura (Rom
5,1-2 y 5-8): Pablo pide encarecidamente a los romanos que permanezcan fieles a
Dios, que mucho de amor y salvación realiza en nosotros por medio de su Hijo,
nuestro Señor y Redentor.
Hermanos:
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos --en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir--; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
Palabra de Dios
Evangelio
(Jn 4, 5-42): Cansado del camino, Jesús se sienta en el brocal del pozo
que Jacob, nieto de Abraham, había cavado para sus hijos. En eso llega una
mujer y comienza un diálogo que concluye con un final muy feliz. Recibamos el
relato de Juan con alegría.
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice:
--Dame de beber.
(Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.)
La samaritana le dice:
--¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?
(Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.)
Jesús le contestó:
--Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.
La mujer le dice:
--Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?
Jesús le contestó:
--El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
La mujer le dice:
--Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.
Él le dice:
--Anda, llama a tu marido y vuelve.
La mujer le contesta:
-- No tengo marido.
Jesús le dice:
--Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.
La mujer le dice:
--Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.
Jesús le dice:
--Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.
La mujer le dice:
--Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.
Jesús le dice:
--Soy yo, el que habla contigo.
En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: "¿Qué le preguntas o de qué le hablas?" La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:
--Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será éste el Mesías?
Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían:
--Maestro, come.
Él les dijo:
--Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.
Los discípulos comentaban entre ellos:
--¿Le habrá traído alguien de comer?
Jesús les dice:
--Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer:
--Me ha dicho todo lo que he hecho.
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:
--Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.
Palabra del Señor
Oración
de los fieles
En
nuestro trajinar diario, quedamos más de una vez sin ánimo para seguir remando
contra la correntada y aparece la tentación de soltar los remos y abandonarnos
aguas abajo. Pidamos al Señor que nos fortalezca con el agua fresca de su
gracia.
Repitamos luego de cada invocación: ¡Danos hambre y sed de vid verdadera!
En
las aguas del Bautismo nacimos a la vida cristiana, por Cristo, con él y en él,
para adorar al Padre en espíritu y en verdad, en el esfuerzo de vivir el
Evangelio y esto es imposible sin tu ayuda, Señor. Por eso te rogamos...
Desde
que nos diste la vida vienes colmándonos de gracia tras gracia, empezando por
el conocimiento y la fe en ti, sin lo cual la misma vida sería poca cosa:
ayúdanos a corresponderte con todas nuestras fuerzas. Por eso te rogamos…
Y así
lo hiciste porque, desde toda la eternidad, nos amaste mucho y nos pusiste en
este mundo tan sediento de verdad y caridad para que lo reguemos con el agua y
la sangre que brotan de tu corazón abierto en la cruz. Por eso te rogamos...
Y
como nadie da de lo que no tiene, ahora nos convocas a tu mesa para saciarnos
la mente y el corazón con tu verdad y tu amor, y así demos frutos sabrosos y
duraderos en bien de tantos hambrientos y sedientos de ti. Por eso te rogamos…
Así
obraste con la samaritana, tu mensajera para sus vecinos. Que llenos de ti y
como ella, te anunciemos en nuestra familia y toda la comunidad, con entusiasmo
y valentía, sin temor ni respeto humano. Por eso te rogamos…
Oremos:
Señor Jesús, manantial de dones divinos, que
quieres hacernos partícipes de lo mismo que vives con tu Padre,
que jamás caigamos en la tentación de engañar nuestra hambre y sed con las
pequeñeces vacías de este mundo y que, al mismo tiempo, contagiemos esta hambre
de Dios a cuantos, lejos de ti, no saben lo que se pierden y viven a riesgo de
acabar sus días con las manos vacías de frutos de vida eterna. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Presentación
de las ofrendas
Adorar
a Dios significa reconocerlo con plena alegría y amor, y asumir con toda
conciencia y obediencia que nadie más que él es el todo absoluto de nuestra
insignificante nada. Presentémosle entonces ahora el pan y el vino y, con
ellos, nosotros mismos como ofrenda viva de adoración y entrega. Cantamos…
Comunión
Ahora Dios mismo nos entrega a su amado Hijo Jesús en cuerpo y alma para darnos
a vivir su misma vida Divina. ¡Qué infinito misterio de amor y de adoración! Cantamos…
Despedida y bendición final
Vinimos a adorar a Dios con toda el alma y la vida, y él nos mostró
cuánto nos ama en su amor infinito… Volvamos a casa con la profunda felicidad
de quien se sabe tiernamente amado y hagamos de esta semana una ofrenda
permanente, adorando su amor y santidad.
Y que el Señor nos
bendiga y nos proteja, tenga piedad y nos muestre su rostro, nos mire siempre
con amor y nos conceda su paz.
Que la bendición de Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Amén.
FELIZ DOMINGO EN EL SEÑOR!!
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