Introducción a la celebración
Estamos
en el 2º domingo de Cuaresma, pero pareciera más bien Domingo de gloria. El
evangelio de hoy nos sorprende con la visión gloriosa con la que Jesús prepara
el ánimo de sus discípulos ante la próxima pasión y muerte que, seguramente,
los hará tambalear en su fe, visión que también a nosotros, a dos mil años del
drama del calvario, nos estimula a profundizar en el misterio que celebraremos
en Semana Santa. Comencemos cantando…
Saludo
¿Quién
es este que hasta el viento y el mar le obedecen?, comentaban los discípulos de Jesús, al considerarlo un hombre como
tantos. Hoy veremos con ellos el misterio de su personalidad divina en
envoltura humana. Que la gracia de esta visión nos estimule en el diario vivir
cuesta arriba y nos llene de alegre esperanza por cuanto el Señor nos tiene
preparado en la cima del Tabor eterno: ¡Que él esté siempre con ustedes!
Acto penitencial
Comencemos
esta celebración sincerándonos ante el Señor, que conoce hasta nuestros más
secretos pensamientos:
Tú
que elegiste a tus apóstoles no porque fueran santos, y también nos eliges a
nosotros, tan pecadores como ellos. ¡Señor,
ten piedad de nosotros!
Tú
que los fuiste formando a veces a los tropezones, y hoy no cejas ante nuestras
miserias, alentándonos a seguirte fielmente. ¡Cristo,
ten piedad de nosotros!
Tú
que les hiciste ver con todo amor el misterio de tu divinidad, y con ese mismo amor nos ayudas a creerte sin haber
visto nada. ¡Señor, ten piedad de nosotros!
Dios
Todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos dé
la vida eterna. Amén.
Liturgia de la palabra
Primera lectura (Gn 12, 1-4): Hace
cuatro mil años, Dios eligió a Abraham y lo constituyó padre de su pueblo
elegido, siempre obediente y atento al Dios que lo llamó, y lo guiaba por
caminos desconocidos. ¡Él es nuestro padre en la fe!
En aquellos días, el Señor dijo a Abrahán:
--Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.
Abraham marchó, como le había dicho el Señor.
Palabra de Dios
Salmo (Sal
32, 4-5. 18-20. 22): Los párrafos del Salmo 32 elegidos para esta ocasión nos
animan a confiar como Abraham, ciegamente en Dios, que a veces, nos conduce
por caminos insospechados. Digamos con fe:
R.- QUE TU MISERICORDIA, SEÑOR, VENGA SOBRE NOSOTROS, COMO LO ESPERAMOS DE TI
Segunda lectura (2Tim
1, 8b-10): Desde siempre Dios nos eligió en Cristo para que fuésemos imagen
y semejanza suya. Y nos llamó no por nuestros méritos sino por su amor
infinito.
Querido hermano:
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque antes de la creación, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado por medio del Evangelio, al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio.
Palabra de Dios
Evangelio (Mt
17, 1-9): Los discípulos suben al Tabor con Jesús. Él les mostrará su
personalidad divina en todo su esplendor. Quizá nosotros querríamos haber
estado allí. Tiempo al tiempo, ya lo veremos, por ahora vivamos felices de ser los
que creemos sin haber visto nada.
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
--Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
--Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
--Levantaos, no temáis.
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
--No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.
Palabra del Señor
Oración
de los fieles
Orar no es sólo
pedir cosas. Fundamentalmente es elevar la mente y el corazón a Dios, que está
esperando en nuestras peticiones.
Digamos entonces: Ayúdanos, Señor, a escucharte y seguirte.
Por
el Papa, nuestros obispos y sacerdotes, para que, fieles al Señor, se desvivan
por el bien de sus hermanos. Oremos.
Por
los religiosos, los misioneros y catequistas laicos, para que, creciendo en el
amor a Dios, se comprometan más y más en la evangelización de los pueblos. Oremos.
Por
los padres de familia, para que, precediendo ellos en fidelidad al Señor, eduquen
a sus hijos en la vivencia genuina del evangelio, en la fe, la esperanza y la
caridad. Oremos.
Por
los cristianos, para que, en medio de este mundo contrario a Cristo y su
evangelio, no temamos dar testimonio convincente de fe con nuestras buenas
obras. Oremos.
Por
los que se alejaron de la comunidad, ya sea por ignorancia, escandalizados por
malos ejemplos o engañados, para que vuelvan al seno de la Iglesia. Oremos.
Por
el eterno descanso de nuestros difuntos, en especial los que difundieron la fe
y promovieron la caridad, para que cosechen en el cielo lo sembrado en la
tierra. Oremos.
Señor,
ilumina nuestra inteligencia con la luz de tu rostro, enciende nuestros
sentimientos en amor fraterno para que seamos luz, sal y levadura de vida
nueva. Ayúdanos a desvivirnos por el bien y la felicidad de nuestros prójimos
para que, juntos todos como hermanos, corramos sin descanso al eterno descanso
del Tabor de tu casa. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Presentación
de las ofrendas
En la soledad y el silencio de la cima del
Tabor, Jesús responde con una visión a aquella intrigante curiosidad: ¿Quién es
este que hasta el viento y el mar le obedecen?, Y ante el misterio ahora
revelado los discípulos se postran como signo de anonadamiento y entrega.
Nosotros, que creemos sin haber visto, en estos momentos entregamos los dones
de pan y vino y la pequeña ofrenda de nuestra misma persona como homenaje de
fe, esperanzados en que un día veremos al Señor tal cual es. Cantamos…
Comunión
Luego de la visión, los
apóstoles bajaron del monte al ruido sin muchas ganas, pero con los ojos llenos
de Cielo. Ahora nosotros, con nuestra fe, nos acercamos a comulgar con ese
Jesús que contemplamos en la pequeñez de una oblea de pan y un sorbo de vino. Cantamos…
Despedida y bendición final
Cuando
bajaban del monte, Jesús mandó a los discípulos no contar nada hasta después de
la resurrección. La verdad, ¡cuánto les habrá costado guardar el secreto! Hoy
nosotros también, bajamos del altar, pero el Señor no nos manda callar. ¡Al
contrario!, nos manda a anunciar la buena noticia, a ser sus discípulos misioneros
en el mundo, donde nos encontremos, testimoniando a los cuatro vientos, con
palabras y obras, cuanto hemos visto y oído.
Que el Señor esté siempre con ustedes.
Los bendiga y los proteja.
Tenga piedad y les muestre su rostro.
Los mire con bondad y les conceda su paz.
Y que la bendición de Dios, Padre
del Hijo y Espíritu Santo esté siempre con cada uno de ustedes.
Amén.
Que su palabra de hoy, tan alentadora, alce también, en momentos de prueba, nuestros
corazones; y que nosotros, por nuestra parte, iluminemos también el rostro de los que sufren
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