Introducción a la celebración
Hermanos y hermanas: Sentirse lejos de Dios es como vivir exiliado. Pero Dios nos ama, a pesar de nuestra condición de pecadores.
En este 4º domingo de Cuaresma, todo nos habla del amor y la misericordia de Dios. A pesar de nuestras infidelidades, Dios es incondicional al ofrecernos su perdón y salvación. ¿No es un gran motivo para alegrarnos profundamente?
Oremos, cantemos y juntos alimentémonos de la Palabra de Dios y del Pan de Vida. Nos ponemos de pie y cantamos.
Saludo inicial
La antigua liturgia llamaba a este domingo “domingo de la alegría” (Domingo “laetare”, en latín).
Está justificado. Hoy, la liturgia celebra la fiesta de la misericordia de Dios. ¿Cómo no vamos a alegrarnos? Dios nos ama a pesar de todo y es incondicional al ofrecernos su perdón y su amistad.
La alegría y la paz
que proceden de nuestro Dios,
rico en misericordia,
estén con todos ustedes.
Acto penitencial
Dios es rico en misericordia y nos amó cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados. Con alegría, pidamos perdón.
– ¡Señor! A pesar de nuestras infidelidades y abominaciones, tú nos amas.
Señor, ten piedad.
– ¡Cristo! Cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, tú nos amaste.
Cristo, ten piedad.
– ¡Señor! Porque nos amas, no viniste a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
Señor, ten piedad.
Primera lectura (2Crón 36, 14-16. 19-23): A pesar de que multiplicaron sus infidelidades y abominaciones, Dios buscó la manera de salvar al pueblo de Israel.
En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio.
Los caldeos incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta Jeremías:
-- Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.
En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino:
-- Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él, y suba!
Palabra de Dios.
Salmo (Sal 136, 1-6): El grito angustiado que se escucha en el salmo refleja la tristeza del hombre alejado de Dios. Participamos de esta oración, aclamando:
R.- QUE SE ME PEGUE LA LENGUA AL PALADAR SI NO ME ACUERDO DE TI.
Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. R.-
Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión.» R.-
¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. R.-
Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre e mis alegrías. R
Segunda lectura (Ef 2, 4-10): San Pablo entona un canto al amor misericordioso de Dios. Escuchemos con mucha atención esta consoladora lectura.
Hermanos:
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo --por pura gracia estáis salvados--, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con Él. Así muestra en todos los tiempos la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.
Palabra de Dios.
Evangelio (Jn 3, 14-21): El signo más grande del amor del Padre es Jesucristo, quien no vino para condenar al mundo, sino para salvarlo.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
-- Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en él no será condenado; el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Palabra del Señor
Credo
Proclamemos, gozosos, nuestra fe en un Dios rico en misericordia: Creo...
Oración de los fieles
Recemos, hermanos, para que la alegría que nos trae el amor incondicional de Dios llegue a todos los hombres.
A cada intención, pedimos: Ayúdanos a aceptar tu misericordia.
Por la Iglesia en los países de misión: para que pueda anunciar con libertad la misericordia de Dios. Oremos.
Por los pueblos divididos por el odio: para que ablanden sus corazones, mirando a un Dios rico en misericordia. Oremos.
Por los agobiados por sus culpas morales: para que se convenzan de que Dios y Jesús los aman. Oremos.
Por nuestra comunidad parroquial: para que nuestras acciones muestren al barrio el corazón misericordioso de Dios. Oremos.
¡Dios, rico en misericordia! Ayúdanos a convencernos de que tú nos amas por encima de nuestras infidelidades y quieres otorgarnos tu perdón. Te lo pedimos...
Presentación de las ofrendas
Cristo estuvo presente en su palabra, pronto estará también en su eucaristía. Junto al pan y al vino, ofrezcamos al Señor un corazón dispuesto a abandonar las infidelidades, aceptando su amor misericordioso.
Prefacio (Cuaresma I)
Nuestro Dios es rico en misericordia. Por eso, junto al celebrante, demos gracias al Señor, nuestro Dios, porque envió a Jesús no a condenar sino a salvar al mundo.
Padrenuestro
Al prepararnos a comulgar, con alegría y confianza, digámosle a este Dios que nos ama por encima de nuestras debilidades: Padre nuestro...
Cordero de Dios
Dios nos hizo revivir con Cristo. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la Cena del Señor.
Comunión
Hermanos: Jesús, que no vino a condenar, sino a salvar al mundo, se ofrece en la eucaristía para nuestra salvación. Con alegría, vayamos a recibir el Pan de Vida.
Avisos parroquiales
(Después de la Oración Poscomunión).
Rito de conclusión
La Misa ha terminado. Nuestra misión comienza.
Hermanos: La liturgia, hoy, nos ha colmado con la presencia de un Dios que nos ama y nos acompaña con su amor y misericordia. Con alegría y agradecimiento, aceptemos este don de Dios.
El Señor esté con ustedes.
Concede, Señor, a tu pueblo
convertirse a ti de todo corazón,
y ya que no rechazas a los culpables,
protege con especial bondad
a quienes se entregan sinceramente a ti.
Y que la bendición de Dios...
Canto Final
Queridos amigos: Alegres, porque nos sentimos amados por un Dios rico en misericordia, nos retiramos cantando.
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