Santoral
Introducción a la celebración
Hermanos: Hoy comenzamos las celebraciones de la Gran Semana Cristiana.
Recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, entre cantos de júbilo, con palmas y ramos de olivo, como todos tenemos aquí.
Fue una multitud –según narra el Evangelio– que no sabía el camino doloroso que Jesús recorría.
Una multitud presente en el ruido del Domingo de Ramos, pero ausente en los días de la Pasión y en el gozo de la Resurrección.
Nosotros no queremos que la historia se repita. Iniciamos el camino hoy para acompañar a Jesús el Jueves y Viernes Santos y llegar, con Cristo, a la Resurrección de la Pascua. (Canto apropiado).
Bendición de los ramos
a) Saludo inicial
En el nombre del Padre...
El Hijo de David,
el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel y del universo entero, esté con todos ustedes.
b) Monición
Utilizar la que se propone en el Misal.
c) Oración de bendición
¡Levantemos bien alto los ramos! Y con ellos levantemos el corazón, para acompañar a Jesús con amor y fidelidad.
Reza la Oración y rocía los ramos con agua bendita.
d) Evangelio
Escuchemos el relato de la entrada de Jesús en Jerusalén. También nosotros, llenos de alegría como los discípulos, cantamos cada domingo: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Procesión
Las procesiones simbolizan nuestra peregrinación hacia la casa del Padre. En la procesión de hoy, acompañamos y glorificamos a Cristo, príncipe de la Paz.
Hagámoslo participando con entusiasmo en los cantos y aclamaciones.
II. Guión para la Santa Misa
Introducción a la celebración
La Bendición de Ramos y la procesión reemplazan hoy a los Ritos Iniciales de la Misa. Por eso, el sacerdote reza ya la “oración colecta”.
Liturgia de la Palabra
Primera lectura: El servidor perseguido, insultado y despreciado es figura de Cristo durante la Pasión.
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios
Salmo: El salmo 21 describe la soledad de Cristo en la cruz. Participamos de esta oración, exclamando: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
R.- DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere. R.-
R.- DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.-
R.- DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.-
R.- DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
tenedlo, linaje de Israel. R.
Segunda lectura: Pablo nos explica que Cristo “se anonadó y se humilló”. Por eso Dios lo ha elevado a la gloria.
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble --en el cielo, en la tierra, en el abismo--, y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios
Lectura de la Pasión: La Pasión narrada por san Marcos muestra el camino de humillación y soledad, sufrimiento y dolor recorrido por Cristo. Escuchemos atentamente, para que los sentimientos de Jesús penetren en nuestro corazón.
Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los letrados pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S.-- No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón5 el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza. Algunos comentaban indignados:
S.- ¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres.
C Y regañaban a la mujer Pero Jesús replicó:
+ Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: sé ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oirlo3 se alegraron y le prometieron dinero. El andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
El envió a dos discípulos diciéndoles:
+ -- Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue con los Doce. Estando a la mesa comiendo dijo Jesús:
+-- Os aseguro, que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo.
C- Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S ¿Seré yo?
C. Respondió:
+- Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del Hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!
C Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición5 lo partió y se lo dio diciendo:
+- Tomad, esto es mi cuerpo.
C. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo:
+- Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro, que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
C Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Jesús les dijo:
+- Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.»
Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C Pedro replicó:
S.- Aunque todos caigan, yo no. Jesús le contestó:
+- Te aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que el gallo dos veces, me habrás negado tres.
S Pero él insistía:
Aunque tenga que morir contigo, no te negare. Y los demás decían lo mismo. Fueron a una finca, que llaman Getsemaní y dijo a sus discípulos
+- Sentaos aquí mientras voy a orar.
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
+- Me muero de tristeza: quedaos aquí velando.
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
+- iAbba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C. Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
+- Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió y les dijo:
+- Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los letrados y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S.- Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto.
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S.- ¡Maestro!
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
+- ¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras,
C .Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los letrados y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de pie, daban testimonio contra él diciendo:
S.- Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres.»
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S.- ¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo preguntándole
5.- ¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Jesús contesto.
+- Si lo soy. Y veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
S.- ¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decidís?
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S- Haz de profeta
C. Y los criados le daban bofetadas.
Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo:
S. - También tú andabas con Jesús el Nazareno.
C El lo negó diciendo:
S. - Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.
C Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó.
La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S - Este es uno de ellos.
C. Y él lo volvió a negar.
Al poco rato también los presentes dijeron a Pedro:
S. - Seguro que eres uno de ellos, pues eres Galileo.
C Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S - No conozco a ese hombre que decís.
C Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús “Antes de que cante él gallo dos veces, me habrás negado tres”, y rompió a llorar.
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados y el sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S.- ¿Eres tú el rey de los judíos?
C. El respondió:
+ - Tú lo dices.
C Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo:
S. - ¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.
Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre.
Pilato les contestó:
5. - ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S.- ¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?
C. Ellos gritaron de nuevo:
S.- Crucifícalo.
C. Pilato les dijo:
S.- Pues ¿qué mal ha hecho?
C. Ellos gritaron más fuerte:
S.- Crucifícalo.
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio - al pretorio y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
5.- ¡Salve rey de los judíos!
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDIOS. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.»
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S.- ¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
C. Los sumos sacerdotes, se burlaban también de él diciendo:
5.- A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.
C. También los que estaban crucificados con él 10 insultaban. Al llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
+- Eloí Eloí lamá sabactaní. (Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S.- Mira, está llamando a Elías.
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S.- Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
(Todos se arrodillan, y se hace una pausa)
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S- Realmente este hombre era Hijo de Dios.
C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María Magdalena, Maria la madre de Santiago el Menor y de José y Salomé, que cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble magistrado, que también aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de qué hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo ponían.
Palabra del Señor
El relato de la Pasión que hemos escuchado nos estimula a proclamar cuanto creemos acerca de Jesús: Creo...
Hermanos: Pidamos con fervor no traicionar a Jesús y serle fieles para resucitar con él.
A cada intención, respondemos: Ayúdanos a serte fiel y a sufrir contigo.
Por la Iglesia, perseguida e incomprendida: para que no tema imitar al siervo humillado y pobre. Oremos.
Por los que gobiernan las naciones: para que la figura de Cristo humilde y servidor sea su ejemplo. Oremos.
Por los enfermos, los moribundos y todos los que sufren: para que encuentren fortaleza y confianza en los sufrimientos de Cristo. Oremos.
Por los que hoy se acercan a la Iglesia después de mucho tiempo: para que experimenten la alegría de reencontrar a Jesús. Oremos.
¡Jesús, servidor humillado y doliente! Te rogamos –por los méritos de tu Pasión– que estos ramos que llevaremos a casa nos recuerden el deseo de serte fiel cada día. Tú que vives y reinas...
Presentación de las ofrendas
Ofrezcamos a Cristo, Rey y Señor de nuestra vida, nuestro júbilo y el propósito de acompañarlo durante esta Semana Santa.
Prefacio (propio)
Demos gracias y glorifiquemos a Dios, quien dispuso que la muerte de Jesús lavara nuestros pecados y su Resurrección nos adquiriera la santidad.
Padrenuestro
Para que pudiéramos llamar a Dios “Padre”, Jesús se hizo hombre, murió por nosotros y resucitó. Digamos con confianza: Padre nuestro...
Cordero de Dios
Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo: Jesús, muerto y glorificado por nosotros. Dichosos los invitados a la Cena del Señor.
Comunión
Hermanos: Comulgar implica recibir a Cristo con el propósito de ser fiel a su enseñanza. Con el corazón debidamente preparado por la gracia, nos acercamos a recibir la Comunión.
Avisos parroquiales
(Después de la Oración poscomunión).
Rito de conclusión
La Misa ha terminado, nuestra misión comienza.
Hermanos: Hoy estamos con los ramos vitoreando a Jesús. ¿Dónde estaremos el viernes? ¿Dónde estamos cada día de nuestra vida? Aprovechemos esta semana excepcional para convertirnos de corazón y experimentar la alegría de seguir a Jesús.
El Señor esté con ustedes.
Bendición solemne (pág. 632, Nº 5).
Hermanos: Cristo se alegra de vernos, con ramos, dando esta prueba de fe; y nos espera durante toda la Semana Santa para consolarnos y enriquecernos con su amor. Nos despedimos cantando.