Color: Morado
Santoral
Santa Matilde, Reina
Introducción a la celebración
Hermanos y hermanas: La Cuaresma es un alto en el camino de la vida para purificarnos y acercarnos más a Dios.
El domingo pasado, la liturgia nos llamaba a la conversión.
Hoy, 4º domingo de Cuaresma, en la figura del padre del hijo pródigo, la liturgia nos muestra el corazón abierto de Dios, que quiere reconciliarnos con él para que haya fiesta y alegría en nuestra vida.
Nos ponemos de pie. Recibimos al padre, que, en nombre de Cristo, presidirá nuestra eucaristía, y uniendo nuestros corazones y nuestras voces, cantamos.
Saludo inicial
Es justo que haya fiesta y alegría –exclamará el padre misericordioso–, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida.
Hermanos: otro domingo reconfortante: ¡domingo de la reconciliación que Dios ofrece con corazón abierto!
La misericordia y la alegría de Dios,
que nos reconcilió
por medio de Jesucristo,
estén con todos ustedes.
Acto penitencial
Déjense reconciliar con Dios, nos dirá san Pablo. Confiemos en su misericordia y pidamos perdón.
–Tú que no has venido a condenar sino a perdonar.
Señor, ten piedad.
–Tú que quieres reconciliarnos contigo.
Cristo, ten piedad.
–Tú que sales al encuentro de tus hijos perdidos.
Señor, ten piedad.
I PARTE : LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura (Jos 5, 19; 5, 10-12): El pueblo elegido celebra la liberación, porque Dios le ha quitado el oprobio.
Primera Lectura: Josué 5, 9a. 10-12"El pueblo de Dios celebra la Pascua, después de entrar en la tierra prometida"
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: "Hoy os he despojado del oprobio de Egipto."
Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó.
El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas.
Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
Salmo (Sal 33, 2-7): En respuesta a la obra de Dios, el salmo nos invita a agradecer y alabar al Señor. Participamos de esta oración aclamando: ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Salmo Responsorial: 33"Gustad y ved qué bueno es el Señor"
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R.
Segunda lectura (2Cor 5, 17-21): San Pablo insiste sobre la reconciliación que Dios ofrece en Jesús, suplicando que nos dejemos reconciliar.
Segunda Lectura: II Corintios 5, 17-21"Dios, por medio de Cristo, nos reconcilió consigo"
Hermanos: El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio.
En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.
Evangelio (Lc 15, 1-3. 11-32): El Padre misericordioso se conmueve, sale al encuentro de su hijo arrepentido, lo abraza y lo besa.
Evangelio: Lucas 15, 1-3. 11-32""Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido""
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos."
Jesús les dijo esta parábola: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. "
Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contesto: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Credo
Proclamemos nuestra fe en la reconciliación, en el perdón de los pecados, que Dios nos ofrece. Creo...
Oración de los fieles
Pidamos que la fiesta y la alegría de la reconciliación lleguen a todos los hombres.
A cada intención, pedimos: Iremos a ti, Padre, a reconciliarnos.
Para que los ministros del Sacramento de la Reconciliación sientan la alegría de ser dispensadores del perdón de Dios. Oremos.
Para que los sectores de nuestra sociedad, enfrentados por dolorosos recuerdos pasados, vivan una fuerte experiencia de reconciliación. Oremos.
Para que quienes se indignan como el hijo mayor de la parábola sepan comprender y reconciliarse. Oremos.
Para que nosotros, pecadores, imitemos al hijo menor de la parábola y corramos arrepentidos a la casa del Padre. Oremos.
(Añadir y/o sustituir intenciones).
¡Padre misericordioso!, tú nos reconcilias maravillosamente por medio de Jesús. Llévanos hacia ti para que sintamos la alegría de tu perdón. Te lo pedimos...
II.- PARTE : LITURGIA DE LA EUCARISTÍA
Presentación de las ofrendas
Cristo, muerto y resucitado para nuestra salvación, es nuestra gran ofrenda al Padre. El pan y el vino, que se cambiarán en el Cuerpo y la sangre de Jesús, son también símbolo del cambio que se ha de obrar en nuestro corazón.
Prefacio (Cuaresma I)
Hermanos: Bendigamos al Dios fiel que cumple su promesa, animándonos a la reconciliación y al reencuentro con él. Démosle gracias, uniéndonos al celebrante, ya que el Padre “nos concede celebrar la Pascua con un corazón purificado”.
Padrenuestro
Preparémonos para comulgar. Con confianza de hijos y humildad de pecadores, pidamos que el Padre “perdone nuestros pecados”. Padre nuestro...
Cordero de Dios
Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo: Jesús, que nos reconcilia con el Padre. Dichosos los invitados a la Cena del Señor.
Comunión
Sintiéndonos una familia por el mismo amor a Jesucristo, en esta fiesta de la reconciliación, vayamos a comulgar el Cuerpo de Cristo, que dio su vida para devolvernos la alegría de la salvación.
Quiero arrepentirme, Señor.
Quiero arrepentirme, de tantos síes,
que no han llegado a término.
De tantas idas y venidas,
de tanta justificación injustificable
y tanto hablar, sin dar la cara.
Quiero arrepentirme, Señor.
Quiero arrepentirme, de hacer como que te buscaba,
retirándome a tiempo,
cuando te encontraba cerca;
para no encontrarme, cara a cara, contigo.
De hacer como que te seguía,
pero cogiendo el camino que no llevaba al compromiso.
De caminar a tu lado, pero procurando
que no me hablases, de renuncia y sufrimiento.
Quiero arrepentirme, Señor.
Quiero arrepentirme, de mi falta de valentía, mi falta de coherencia… de mi insensibilidad;
para mostrar a los demás, que quiero estar contigo:
sin poner condiciones,
sin medir los riesgos,
sin preocuparme de lo que digan…
porque quiero seguirte, donde quiera que vayas.
(Después de la Oración postcomunión).
Rito de conclusión
La Misa ha terminado. Nuestra misión comienza.
En este día de reconciliación y alegría: ¡Déjense reconciliar con Dios!
La misión de esta semana es ir a la casa del Padre a recibir la alegría de la reconciliación.
Que el Señor esté con ustedes.
Alumbra a tu pueblo, Señor,
con el esplendor de tu gracia
para que, reconciliado contigo,
celebre la próxima Pascua
con fe y alegría.
Y que la bendición de Dios...
Despedida
Queridos amigos: Con la alegría de saber que el Padre y Jesús nos buscan para reconciliarnos, nos retiramos cantando.
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