Hermanos: Es común que el cristiano esté dispuesto a dar, a colaborar en el alivio de las necesidades del prójimo. Pero suele ocurrir que medimos muy bien lo que damos, nos cuesta dar con generosidad.
En este 32º domingo durante el año, la liturgia, a partir del ejemplo de dos pobres viudas, nos invita a reflexionar sobre nuestra manera de dar: ¿es ella generosa, o más bien tacaña?
Nos ponemos de pie. Recibimos al padre que presidirá nuestra eucaristía, y cantamos.
Saludo inicial
“Ella dio de su pobreza todo lo que tenía”, dirá Jesús de la pobre viuda.
Hermanos: La liturgia de hoy nos invita decididamente a dar con generosidad.
El amor de Dios Padre
que “hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos”
esté con todos ustedes.
Acto penitencial
Todos necesitamos misericordia y paz. Abramos nuestro corazón para recibirlas del Señor.
(Después de un breve silencio).
– Salvador nuestro. Porque nos cuesta dar con generosidad.
Señor, ten piedad.
– Mediador nuestro. Porque nos cuesta dar con alegría.
Cristo, ten piedad.
– Redentor nuestro. Porque nos cuesta dar con desinterés.
Señor, ten piedad.
Liturgia de la Palabra
Primera lectura (1Rey 17, 8-16): Dios, que no se deja vencer en generosidad, recompensa la extrema generosidad de una mujer viuda y pobrísima.
Lectura del primer libro de los Reyes.
La palabra del Señor llegó al profeta Elías en estos términos: "Ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y establécete allí; ahí yo he ordenado a una viuda que te provea de alimento". Él partió y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba juntando leña. La llamó y le dijo: "Por favor, tráeme en un jarro un poco de agua para beber". Mientras ella lo iba a buscar, la llamó y le dijo: "Tráeme también en la mano un pedazo de pan". Pero ella respondió: "¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos". Elías le dijo: "No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor, el Dios de Israel: 'El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo'". Ella se fue e hizo lo que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías.
Palabra de Dios.
Salmo (Sal 145, 6c-10): El salmo nos invita a alabar la bondad del Señor. Participamos de esta oración, aclamando: ¡Alaba al Señor, alma mía!
R. ¡Alaba al Señor alma mía!
El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos y protege a los extranjeros. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.
Lectura de la carta a los Hebreos.
Cristo no entró en un santuario erigido por manos humanas ?simple figura del auténtico Santuario? sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro. Y no entró para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya. Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio. Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.
Palabra de Dios.
Evangelio (Mc 12, 38-44): Jesús alaba a la viuda que entregó lo poco que tenía, y reprocha a los que dan con ostentación de lo que les sobra.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús enseñaba a la multitud: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad". Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir".
Palabra del Señor.
Homilía
Esa pobre viuda ha echado más que nadie La Palabra de Dios hoy nos invita a meditar sobre el dar, o mejor, sobre el darnos, sobre la generosidad, y también sobre la naturaleza de la religiosidad auténtica. La escena del Evangelio es conmovedora. En profundo contraste con la imagen que presentan los maestros de la ley, una pobre viuda que se acerca temblorosa al cepillo del templo es la que ofrece el mejor ejemplo de lo que debe ser la verdadera religiosidad. A ella es a quien los discípulos han de imitar. Sus dos pequeñas monedas llevan el sello de esa donación total que exige el primer mandamiento y que reclama todo verdadero acto de culto. El encuentro con Dios no se consigue a través de unos ritos externos, más o menos suntuosos, sino a través de esos gestos sencillos y silenciosos, que pueden incluso pasar desapercibidos, pero en los cuales deposita el hombre todas sus seguridades para abandonarse por completo en las manos de Dios. Lo que cuenta es un corazón generoso, desprendido y confiado en la acción de Dios, ya que Dios no se fija tanto en lo que damos, cuanto en lo que reservamos para nosotros. Nadie dio tanto como la que no reservó nada para sí. La verdadera piedad es una entrega a Dios, un ponerse por completo a su disposición, sin reservas ni condiciones. La viuda lo entregó todo a Dios y, con ello, se entregó a sí misma. Su pequeña e insignificante moneda se convierte en un símbolo elocuente: esta viuda no da a Dios lo que le sobra, no da lo que posee, sino lo que es: toda su persona (cf. Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2008). La misma generosidad tiene la viuda de Sarepta en la primera lectura: a petición del profeta Elías, le da a comer el último pan que tenía para ella y para su hijo. Su fe había sido puesta a dura prueba: debía dárselo a –riesgo de morir de hambre con su hijo. Ese pedazo de pan que se le pedía era su todo. Y dio ese todo. El “amarás a tu prójimo como a ti mismo” debía cumplirlo al pie de la letra. Su generosidad total fue su alimento y su vida. Dios es la riqueza de quien da todo. Y así, desde aquel día jamás le faltó el pan. A veces damos no lo que es parte de nuestra vida, sino aquello de lo cual hasta podemos permitirnos el lujo de prescindir. Otros, en cambio, al dar, se incluyen como parte de la misma ofrenda, hasta el punto de que la ofrenda supone un don y un sacrificio total. Dan lo imprescindible y necesario para ellos; dan vaciándose de sí mismos; dan como auténticos pobres de corazón. La adoración a Dios consiste en la ofrenda total de uno mismo. Al darnos, dejamos de poseernos. ¿Cómo estás de generosidad? ¿Eres tacaño, calculador... a la hora de entregarte? ¿Cómo es tu entrega en la familia, en la parroquia...? ¿Cuáles son las excusas que pones para dar solamente lo que te sobra?______________________________________________________________________________________________________ Compromiso semanal Haz oración de acción de gracias a Dios por el don de la Iglesia, por haberte llamado a ella. Pídele que te ayude a crecer cada día en la santidad. _____________________________________________________________________________________________________
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Los cristianos tenemos un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que se entrega generosamente a sus hijos. Proclamemos con fe: Creo..
Oración de los fieles
Hermanos: Uniéndonos a los sentimientos generosos de Cristo, elevemos al Padre nuestra plegaria universal.
A cada intención, pedimos: Enséñanos a dar con generosidad.
Por las instituciones de la Iglesia dedicadas a socorrer las necesidades humanas.
Oremos.
Por cuantos en la sociedad comparten su tiempo, esfuerzo y dinero para aliviar a los necesitados. Oremos.
Por los huérfanos, las viudas, los extranjeros perseguidos, los que tienen hambre, los que están solos. Oremos.
Por CÁRITAS parroquial, diocesana . Oremos.
(Añadir y/o sustituir intenciones).
Infunde, Señor, tu amor sin reservas en nuestros corazones, inclinados a la mezquindad, para que aprendamos a dar con generosidad. Te lo pedimos...
Presentación de las ofrendas
Ofrezcamos al Señor la sincera disposición de revisar nuestra manera de dar para hacerla más generosa.
Prefacio (P.E. V/c)
Demos gracias al Señor, nuestro Dios, porque “Jesús, nuestro hermano, manifiesta su amor con los pobres y los enfermos”.
Padrenuestro
Elevemos nuestra súplica al Padre común que, en Jesucristo, a todos nos hizo hermanos: Padre nuestro...
Cordero de Dios
Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús, que nos quiere generosos. Dichosos los invitados a la Cena del Señor.
Comunión
Hermanos: Sería incoherente recibir el Cuerpo de Cristo sin comulgar con los hermanos, sobre todo los más necesitados. Nos acercamos a la comunión, cantando.
Avisos parroquiales
(Después de la Oración Poscomunión).
Rito de conclusión
La Misa ha terminado. Nuestra misión comienza.
Hermanos: Los ejemplos de las dos viudas son concluyentes. Dios quiere que superemos la mezquindad, demos y nos demos con generosidad.
El Señor esté con ustedes.
Que tu pueblo, Señor,
decida cumplir tu voluntad
y así alcance la alegría
del dar con generosidad.
Y que la bendición de Dios...
Despedida
Hermanos: Volvamos a la vida diaria a testimoniar que el amor generoso de Dios anima nuestras acciones.
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