" Si alguno me ama, guardará mi Palabra "
La promesa que nos hace Cristo este VI Domingo de Pascua es impresionante. Produce auténtico vértigo: “El que me ama guardará mi palabra y mi padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.” Y no es que, solamente, nos ofrezca que la divinidad estará cercana a nosotros. No; es que nos dice que estará en nuestro interior.
Liturgia de las Horas: 2da. Semana del Salterio
Color: Blanco
Santoral
MONICIÓN DE ENTRADA
Sed todos bienvenidos a la Eucaristía. Hemos avanzado en esta Pascua y así lo demuestra ya este domingo sexto del Tiempo Pascual. Hemos seguido, todo el tiempo, en la presencia de Jesús Resucitado. Hemos recorrido un importante trecho, pero la emoción no se acaba. El próximo domingo celebraremos la Ascensión del Señor y el siguiente –dentro de quince días—será Pentecostés con la llegada del Espíritu Santo que nos ha prometido Jesús. Jesús hoy nos vuelve a hablar de amor. Del suyo y del que el Padre nos profesa. Nosotros hemos de responder, tanto para Dios como para los hermanos, con el mismo amor surgido de lo más hondo de nuestro ser. Con la ayuda del Señor lo conseguiremos.
Celebramos hoy, además, la Pascua del Enfermo. Vamos a vivir la Eucaristía junto a ellos, junto a esas personas mayores o enfermas que tanto nos necesitan. Nuestro amor muy especial y nuestras oraciones van por ellos.
Iniciemos, pues, alegres, la Eucaristía.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- La primera lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles, nos alerta de las veces que cargamos a otros fardos que nosotros no somos capaces de soportar. Y eso es lo que ocurría entre los primeros fieles cristianos convertidos por Pablo y Bernabé. La discusión sobre el mantenimiento –o no—de la ley judía produjo el primer concilio de la historia: el Concilio de Jerusalén, invocando al Espíritu se evitasen cargas doctrinales innecesarias.
En aquellos días, algunos que bajaron de Judea a Antioquía se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia.
Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir a algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsabá y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les encomendaron llevar la siguiente carta:
«Los apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo.
Nos hemos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, los han alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han consagrado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, quienes les transmitirán de viva voz lo siguiente: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponerles más cargas que las indispensables: que se abstengan de carne sacrificada a los ídolos, de sangre de animales estrangulados y de la fornicación. Harán bien en apartarse de todo esto. Que les vaya bien».
PALABRA DE DIOS.
2.- La segunda lectura, del Libro del Apocalipsis, nos habla del luminoso y feliz mundo de la Jerusalén del cielo. Su descripción es muy bella y llena de esperanza, porque su luz es Dios y su lámpara el Cordero. Narra la realidad de ese día en el que, por fin, nos encontraremos ante el rostro de Dios.
El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios.
Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe cristalino.
Tenía una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur, y tres al oeste.
La muralla de la ciudad se asentaba sobre doce cimientos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero.
No vi ningún templo en la ciudad, porque su templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero.
La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero.
PALABRA DE DIOS.
3.- En el Evangelio de San Juan, Jesús próximo a terminar su primer periplo en la Tierra, nos promete el Espíritu Santo, el Paráclito, que nos lo enseña todo y vela por la Iglesia y por sus hijos. Pero lo más grande que nos dice es que si le amamos, Él y el Padre, vendrán a nosotros y se quedarán para siempre.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que ustedes están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo y les recuerde todo lo que les he dicho.
La paz les dejo, mi paz les doy; no la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: “Me voy y volveré a ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto, antes de que suceda, para que cuando suceda, entonces crean».
PALABRA DEL SEÑOR.
Oración de los fieles
Nos dice Jesús en el Evangelio de hoy que quien le ama guardará su palabra. Y ese es nuestro objetivo: amar a Cristo a pesar de las debilidades propias. A ese Padre que quiere venir a nosotros elevamos nuestras oraciones diciendo:
R.- VEN A NOSOTROS, SEÑOR.
1.- Por el Papa Francisco, los obispos de todo el mundo y los sacerdotes, para que vivan en la unidad del Amor y sean fieles trasmisores de la Fe que nos viene de Cristo, a través de sus discípulos y la Tradición de la Iglesia.
OREMOS
2.- Por todos los dirigentes de las naciones, para que la Luz del Dios ilumine sus decisiones y acierten en promulgar leyes justas para el progreso de los pueblos.
OREMOS
3.- Por todos los enfermos, y en especial los de larga duración y todos aquellas personas que los atienden para que vean en esos momentos como el camino que llevan conduce hacia Cristo.
OREMOS
4.- Por los pobres, necesitados, los que han perdido el hogar o han tenido que emigrar, para que Dios ponga en su camino almas generosas que atiendas sus necesidades.
OREMOS
5.- Por las familias cristianas, para que sean verdaderos viveros de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa.
OREMOS
6.- Por todos los que nos hemos reunido ante el altar para recibir el alimento que perdura, para que seamos fieles a Cristo, crezcamos en el Amor y practiquemos su palabra.
OREMOS
Padre, mira con cuidado a tu Iglesia que con Fe quiere seguir los pasos de tu Hijo, por su mediación te pedimos que atiendas estas súplicas.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amen.
Monición de despedida
El amor es la esencia del cristianismo. Y el amor es la esencia de Dios. Pensemos en todas nuestras obras en clave de amor sabiendo que hemos de amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestros hermanos y hermanas como a nosotros mismos…
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