Hermanos y hermanas: Todos experimentamos en el corazón una sed profunda de vivir, de amar, de ser feliz. Y nos pasamos la vida buscando saciar esa sed.
En este 3° domingo de Cuaresma, Jesús, dialogando con una mujer samaritana, se presentará como el “agua viva”, la única capaz de saciar nuestra sed de felicidad.
El agua –elemento imprescindible para la vida– es la imagen que recorre toda la liturgia de hoy. Así de imprescindible es la presencia de Jesús para la vida nueva que Dios quiere darnos en virtud de la Pascua de Jesús.
Nos ponemos de pie. Recibimos al padre que, en nombre de Cristo, presidirá nuestra Eucaristía, y, uniendo nuestros corazones, cantamos.
Saludo inicial
“El agua que yo le daré se convertirá en manantial que brotará hasta la vida eterna”. Con esta firmeza se expresa Jesús.
Hermanos: Todos estamos invitados a saciar nuestra sed de vida y felicidad con el “agua viva” que es Jesús.
El amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo esté con todos ustedes.
Acto penitencial
La prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros. Por eso, con confianza de hijos, pidamos perdón.
– Tú realmente estás entre nosotros.
Señor, ten piedad.
– Tú nos amaste cuando éramos pecadores.
Cristo, ten piedad.
– Tú nos ofreces el manantial que brota hasta la vida eterna.
Señor, ten piedad.
Liturgia de la palabra
Primera lectura (Éx 17, 1-7): El agua que Dios hace brotar de la roca es el símbolo de la vida eterna que el Señor dona a su pueblo.
--¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?
Clamó Moisés al Señor y dijo:
--¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.
Respondió el Señor a Moisés:
--Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Massá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo:
--¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?
Palabra de Dios
Salmo (Sal 94, 1-2. 6-9): Frente a la bondad de Dios, el salmo invita a cantar con júbilo al Señor. Participamos de esta oración, aclamando: Cuando escuchen la voz del Señor, no endurezcan el corazón.
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
vitoreándolo al son de instrumentos. R.-
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R.-
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Massá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R.-
Segunda lectura (Rom 5, 1-2. 5-8): San Pablo nos recuerda cuán grande es el amor de Dios, ya que Cristo murió por nosotros.
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos --en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir--; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
Palabra de Dios
--Dame de beber.
(Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.)
La samaritana le dice:
--¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?
(Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.)
Jesús le contestó:
--Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.
La mujer le dice:
--Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?
Jesús le contestó:
--El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
La mujer le dice:
--Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.
Él le dice:
--Anda, llama a tu marido y vuelve.
La mujer le contesta:
-- No tengo marido.
Jesús le dice:
--Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.
La mujer le dice:
--Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.
Jesús le dice:
--Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.
La mujer le dice:
--Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.
Jesús le dice:
--Soy yo, el que habla contigo.
En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: "¿Qué le preguntas o de qué le hablas?" La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:
--Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será éste el Mesías?
Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían:
--Maestro, come.
Él les dijo:
--Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.
Los discípulos comentaban entre ellos:
--¿Le habrá traído alguien de comer?
Jesús les dice:
--Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer:
--Me ha dicho todo lo que he hecho.
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:
--Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.
Palabra del Señor
Credo
Porque creemos que Cristo es verdaderamente el Salvador del Mundo, proclamamos nuestra fe: Creo...
Oración de los fieles
Hermanos: Recemos para que todos los hombres encuentren en Jesús el “agua viva” que sacie su sed de felicidad.
A cada intención pedimos: “Danos hambre y sed de la vida verdadera.”
Por los misioneros: para que experimenten la alegría de derramar el amor de Dios en los corazones de los hombres. Oremos.
Por los países ricos: para que ayuden con generosidad a los países pobres.Oremos.
Por los que no conocen el don de Dios: para que descubran a Jesucristo, ma- nantial de agua viva.Oremos.
Por nuestra Iglesia diocesana y parroquial: para que sea testigo de la esperanza y del amor de Dios. Oremos.
(Añadir y/o sustituir intenciones).
Derrama, Señor, tu amor en nues- tros corazones y danos hambre y sed de ti, para que recorramos este tramo final de la Cuaresma con un espíritu renovado. Te lo pedimos...
Presentación de las ofrendas
Cristo, muerto y resucitado para nuestra salvación, es nuestra gran ofrenda al Padre. Unidos a él, ofrezcamos los esfuerzos por conocer el don de Dios en nuestras vidas.
Prefacio(Propio)
Dios ha derramado su amor en nuestros corazones. Por eso nos unimos al celebrante en la gran acción de gracias al Padre que, en Jesucristo, nos comunica el don de la fe y el fuego del amor.
Padrenuestro
El amor que Dios ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo nos hace llamarlo Padre. Digamos con confianza: Padre nuestro...
Cordero de Dios
El que beba del agua que yo le daré nunca más volverá a tener sed, dice Jesús. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la Cena del Señor.
Hermanos: El Cuerpo y la Sangre de Jesús se convierten en nosotros en manantial de consuelo y fortaleza. Vayamos, alegres, a la mesa del Señor.
Avisos parroquiales
(Después de la oración poscomunión).
Rito de conclusión
La misa ha terminado. Nuestra misión comienza. Hermanos: La Cuaresma nos es- timula a conocer y valorar cuánto
nos ha amado Dios al donarnos a Jesús, que murió por nosotros.
El Señor esté con ustedes.
Derrama, Señor,tu amor en nuestros corazones, para que saciemos en Jesús nuestra sed de vida y felicidad.
Y que la bendición de Dios...
Canto final
Con la alegría de sentir el amor que Dios derrama en nuestros corazones, nos retiramos cantando.
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